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viernes, 28 de diciembre de 2018

CABO VERDE



Cabo Verde es un país depresivo para ser africano, por culpa de la conquista portuguesa, y que por ende baila menos. Se come regular tirando a mal y se aprecia un fuerte arraigo del catolicismo, obra también de nuestros vecinos lusos. Son buena gente, en líneas generales, pero sin grandes aspiraciones. Al final, como un onubense y un parisino, desean un iPhone, ser famoso y ganar mucho dinero. No existe en la isla de Sal una sola librería. Y su Casa de la Cultura es dirigida por una mujer que lo primero que me dijo al conocerme, ya en confianza, es que tiene dos casas y que va a por la tercera, todas en una isla (Sal) que de norte a sur mide 25 kilómetros y de este a oeste entre seis y dos. Sólo hay una carretera. Quince iglesias. Aunque la mayoría son de asuntos brasileños extrañísimos, variantes católicas extremas donde las gentes, ataviadas con túnicas blancas que resaltan aún más con el color de piel, cantan abrazados. Esa broma cuesta cuota mensual. Los niños también participan. Como no hay prensa y sí mucha fe desconozco el nivel pederasta del capo. El asombroso azote del viento ayuda a que todos vivamos sin poder comunicarnos. Lo bueno de Sal es que por la calle es imposible utilizar el móvil. Gracias, naturaleza. 

 Hoy, una señora de Barcelona, me preguntó si me mezclo con la cultura local. Mi respuesta, en cursiva: Ni hay cultura ni me mezclo. Aquí los nativos del resto de islas sólo vienen a trabajar. Y yo, como mucho, me acerco al Pontao a por un atún y al mercado a por verduras. El vino tinto lisboeta me lo trae un señor en furgoneta.

El océano es brutal. Sus playas, semi desérticas. Y hay cierta amabilidad, respeto por el prójimo –algo bueno podía tener el catolicismo a sangre y fuego– y seguridad: esta isla es un experimento donde hay policía preparada para detener o golpear a los que se atrevan a robar. Aquí pagan Hilton y los gigantes españoles Ríu y Meliá. No quieren quejas de sus clientes. 


Joaquín Campos. inédito


martes, 25 de diciembre de 2018

TÚ ME DIJISTE




Tú me dijiste que el amor era una manzana
que se come en soledad, un derroche
que convierte al que ama
en un mendigo incómodo, molesto,
fastidioso en cualquier dirección,

y un amor así no es refugio, ni universo
ni consuelo.

Tú me dijiste que el amor era un centinela
pero nadie me espera,
todas las vírgenes están dormidas,
todas las lámparas están apagadas,
lo mismo da este camino que aquel
porque nadie viene,

la pasión de uno en uno se consume,
la lengua de fuego solo arde en mi boca,
la jaula solo a mí me contiene.

Tú me dijiste que el amor era una roca,
un sol de patio, un marco sin puerta,
un pulso que se acelera hasta que sientes
doler la sangre recorriendo las venas,

pero el amor también me parece
un llenar los bolsillos de piedras,
un batir de manos en la ventisca
y solo encontrar que vuelven llenas de hielo,
ventana ciega en la muda pared,
hogar donde se ahogan los días en la blanca rutina,
falsa joya, pasto que arde para nadie 
ensuciando la tierra,

sí, el amor es esperar a que el llanto se vuelva tinta
porque este es el absurdo sudario del poeta.

Tú me dijiste que el amor no hace prisioneros,
que muerde lo que desconoce,

que duele,
tú me dijiste que el amor duele,
sí, es verdad, duele,
pero no lo suficiente

y solo a uno.



Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo, 2018

domingo, 23 de diciembre de 2018

DISOLUCIÓN






Desnuda,
respirando en mí
vuelta a lo que eras,

como el átomo, que para saber de sí
se transforma en físico,
y el universo, que para saber de sí,
se celebra en belleza a sí mismo,
produciéndose también como tú,
onda, vibración, sereno instante
sostenido, vivo amor que existes
porque estás en todas partes,
tomando la forma de todo,
entrelazada espiral de los rastros
en la que pervives, flujo,
enredadera del sueño,
te reconozco en la unidad,
plena, entregada, naufragio,
temblor, destrucción,
instante ausente
desmigajado de lo presente,

silencio y quietud,
tú, sobre mi pecho, subiendo y bajando
al ritmo de mi respiración,
desnuda belleza, amor,
universo.


Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo, 2018

ESTA TARDE CON LLUVIA




Esta tarde con lluvia pensaba
en tu coche naranja que una vez me prestaste
para que lo llevara al mecánico
y cuando fui a recogerlo le habían robado dos ruedas,
también en las plazas y las calles por las que anduvimos,
en la Vespa con la que venías a ver a tu novia adolescente,
cantar alguno de los lieder de Schumann,
subir montañas, acampar en lagos,
cocinar con cualquier cosa,
tu generosidad,
aquel chaquetón de plumas donde parecías el muñeco de la Michelin,
tus poemas, tan grandes como tú,
hablando de la familia humana,
tu pereza, tu desdén,
tus mil viajes por variados mundos,
la noche transfigurada,
las fiestas interminables,
el budismo, la poesía,
siempre la poesía en medio de nuestra amistad de oro,
la nostalgia del otro lado,
tus maravillosos cuadernos de viaje,
tu impericia para el flamenco, la mía,
el tabaco negro, el viento remolino,
tus vueltas al sol,
mi hermano.



Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo, 2018

sábado, 22 de diciembre de 2018

ESPEJOS



Un hombre sencillo se mira en un espejo
y ve la cara de su padre.

Una mujer celosa se mira en un espejo
y ve a la amante de su marido.

Una suegra irascible se mira en un espejo
y ve a una vieja bruja.

Mírate en el espejo
y ve si tienes algo que temer.


Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo, 2018

viernes, 21 de diciembre de 2018

PEQUEÑOS PLACERES




El rocío en la ventana al despertar,
el río rojo y muerto un atardecer de otoño,
la manzana al final de la comida,
las alpargatas al llegar a casa,

los pies de los que amo unidos en la pila del pozo
de la casa de las retamas en Isla Canela,

los sueños que compartimos sin hablar,
el regalo fugaz de su hermosura sin consenso, su incertidumbre,

la abeja que vuelve al panal con las patas amarillas,
la hormiga que encuentra un trozo de pan más grande que ella,
el bóxer que aún continúa jugando en la playa,

el amor que hay que alimentar cada día con el fuego de lo que amamos,

el pisar la nieve,
el remo en el agua,
el rumor de la corriente,
la música del violonchelo,
el viento entre los pinos,
las flores caídas al pie del almendro,
el desplazamiento de las piezas de ajedrez sobre el tablero,
las campanas que tocan a muerto,
el zumbido de los años,

todo lo que puede ser oído pero no retenido,

las voces familiares,
la costumbre de tus besos,
el breve sueño de la siesta,
la pequeña muerte,
el plantar flores,
la estela en el agua,
los castillos de arena,
las nubes que se disuelven,
las huellas de las garzas en la orilla,

todo lo que retiene su belleza en que pasará,

el brillo de las mariposas,
las estaciones, el relámpago,
las guirnaldas de flores,


todo lo que invita,

la mujer hermosa,
la conversación inteligente,
el sabio libro,

todas las cosas
que no hemos sabido querer,

vivir hoy,
vivir hoy,
vivir hoy.


Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo, 2018

jueves, 20 de diciembre de 2018

3 poemas de PALESTINA ESTRANGULADA de JORGE CAMACHO





Serrat y Sabina


Para el ocupante estado de Israel
en la ocupada Palestina
cantan dos españoles:
Serrat y Sabina.

Serrat, el bardo catalán rojo desvaído
cuya voz arrastrada parece un balido.

Sabina, rey del ripio, de voz patibularia,
fanático defensor del reino de Samaria.

Han venido a tocar para amigos muy majos,
inocentes, asépticos,
han venido a adular con la palabra “paz”
a oídos letárgicos.

Para el ocupante estado de Israel
en la ocupada Palestina
cantaron dos españoles:
Serrat y Sabina.


PD:

Si esta pareja quiere
resultar más odiosa
que se monten un trío
con Mario Vargas Llosa.


***

Sippenhaft

El 27 de mayo de 1942
un comando hirió de gravedad en atentado terrorista
(que recibió el nombre de Operación Anthropoid)
al jerarca nazi Reinhard Tristan Eugen Heydrich,
por lo que murió dolorosamente una semana más tarde.

El 9 de junio
como castigo colectivo
las policías alemanas de ocupación destruyeron la aldea checa de Lidice
en aplicación del principio jurídico de Sippenhaft,
es decir, corresponsabilidad penal de los parientes.

En aplicación del mismo principio
el ejército de Israel bombardea e invade una Gaza corresponsable
como pena colectiva
en julio de 2014.


***


túneles

los terroristas cavan túneles
para contrabando y atentados
contra la ley el orden el estado
israelí o nazi.

el ejército eficaz moderno
convierte los túneles en tumbas catacumbas
y la ciudad en escombros en sitio de martirio
en Varsovia o Gaza.





Jorge Camacho Cordón. Palestina estrangulada.  Ed. Calumnia, 2018


Jorge Camacho Cordón (Zafra, España, 1966). Hasta 2016 ha escrito poesía principalmente en esperanto. Sus poemas han aparecido en dos obras colectivas, Ibere libere (En Iberia, en libertad, 1993) y Nova mondo en niaj koroj (Un mundo nuevo en nuestros corazones, Calumnia, 2016), así como en nueve poemarios propios, dos de los cuales, Saturno y Eklipsas, son total o parcialmente bilingües en esperanto y castellano: Celakantoj (Celacantos, 2004), Saturno (2004), Eklipsas (Eclipsa, 2007), Koploj kaj filandroj (Coplas e hilarañas, 2009), La silika hakilo (El hacha de sílex, 2011), En la profundo (En lo hondo, 2013), Strangaj spikoj (Espigas extrañas, 2016), Palestino strangolata (Palestina estrangulada, 2016) y Brulvunde (Como una quemadura, 2017).

pedidos aquí:



miércoles, 19 de diciembre de 2018

Es tardísimo





Es tardísimo.
¡Tenemos que dormir más deprisa!
Mañana hay que naufragar.





 Javier Sánchez Menéndez

de la antología También vivir precisa de epitafio
(Chamán Ediciones, Albacete, 2018)

ediciones anteriores:

De El baile del diablo (Renacimiento, Sevilla, 2017).

martes, 18 de diciembre de 2018

Snoopy




El negro perro blanco
sobre su casa roja.
Heather tiene su pelo
en arce de amor.
Una rama palpita,
mecida por el viento,
con un suave caronte.
Barquero de las sombras,
el dogo ha preferido
el corazón silvestre.

Ropa interior negra,
nada parece todo.
Recuerdos, golosinas,
un hueso y el cuaderno,
la caricia de Charlie.

Blanco parece negro.





 Javier Sánchez Menéndez

de la antología También vivir precisa de epitafio
(Chamán Ediciones, Albacete, 2018)

ediciones anteriores:





Cartoons (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011).

lunes, 17 de diciembre de 2018

Variación de Moguer








Uno se cansa de mirar anuncios en la acera,
de leer las palabras que dicen los letreros,
de recorrer las calles diariamente;
uno se va cansando del trabajo,
la ocupación que decide saber si hoy es lunes o
                                                                       [domingo,
observar el último refresco o el tabaco de América
que el ministro de Sanidad intenta prohibir con
[luminosos en el metro,
en los estancos, en las paradas de autobuses.
Uno, mientras surge lo alegre,
se cansa de amar,
de volver a la infancia y su difícil tránsito,
se cansa de ser adolescente o niño
o jugador de fútbol en portones oscuros
donde todos cometimos algún atropello
con un balón, con un cigarro o con unos labios de
                                                                                [mujer.
Uno se va cansando,
y se llega a una edad donde el riesgo es el hábito,
donde soñar con tu cuerpo se va haciendo cada día
                                                                              [más puro
aunque te marches después de cada clase
y no digas “adiós, mejor será que vengas esta tarde a casa”.

Uno ya ha decidido lo que será su vida,
haber quemado tanto, casi la mitad,
y no tener alegrías,
un sufrimiento, una mujer de la que estar enamorado,
y recuerdo que era bella y buena y trabajadora,
pero uno se cansa y acaba por decir
Nunca me casaré contigo
y lo va repitiendo en la cabeza
y se va iluminando como el corazón de un santo
                   [milagroso que habitaba en mi pueblo.
Se cansa, y el cansancio es un estado civil como la
                                                                              [soltería,
el matrimonio o la viudez,
como todas las vidas,
como los viajes que son imprevisiones.

El viaje es una imprevisión que nos delata al mar,
que nos va delatando mientras dura un instante
y nos hace pequeños y abultados,
nos encoge las manos,
nos cambia la razón y la existencia,
y todo siempre al mar,
a las olas que vienen y se marchan con su música de
                                                               [aquí te quiero ver,
y no puedes mirarlo fijamente,
porque uno observa el mar que es siempre el mismo
y es también diferente y tan originario.

El viaje a la infancia suele hacerse en los momentos
                                                                                 [de dolor,
en esos segundos en los que pedimos perdón por
                                                               [cualquier cosa:
por lo que hemos sido y hemos amado,
y hemos amado mucho.
Ahora viajo a Moguer, ahora viajo a la infancia y no
                            [puedo olvidar las calles de Moguer,
el ruido del bar enfrente de la casa que ocupaba,
la habitación de José Antonio cargada de estatuillas
que los expertos solían denominar imaginería,
y estaban todas tan desordenadas
que el orden de ese cuarto era impropio del orden
                                                                           [de la vida,
pues en toda humillación ha de existir el orden y el
                                                                              [desorden,
y lo segundo es cuerdo.
Y he dicho ya que algunos hablaban de la imaginería
  [cuando entraban en la habitación de José Antonio:
un santo que ha perdido un brazo por recuerdo
y tiene que ser imaginado,
una madonna roja como el sauce que desconoce la
                                                                           [paciencia,
en fin, una imaginería de ser la imagen más profunda,
el recuerdo más claro de la vida
y el amor a tu cuerpo,
que algunos expertos solían denominar imaginar y
                                                                              [recordar.
José Antonio era bueno, tenía la voz pequeña pero
                                                                                    [firme,
si le hablabas los lunes debías esperar que contestara
                                                                                  [el martes,
aunque siempre lo hacía,
como también gustaba recordar los escudos heráldicos
que conocía al dedillo.
La infancia era en Moguer un acontecimiento repentino,
podías oler los años por las calles,
podías amar su color blanco
como se ama especialmente en los momentos de
                                                                         [admisión,
cuando el corazón te dice ahora puedo
y la verdad sí puede, pero acaba cerrándose
más bien anticipándose a todo ofrecimiento.
Y mi infancia en Moguer, mejor adolescencia,
fue tibia como el muslo de la mujer que amaba,
de esa mujer que compartía las horas y gustaba llamarse
                                                                                             [actitud,
porque así podía verla y desearla
y también recordar e imaginar
hasta que un momento se superpone en otro,
hasta que la distancia nos acuse
y tenga que decir
perdona lo que soy por lo que amo.






 Javier Sánchez Menéndez

de la antología También vivir precisa de epitafio
(Chamán Ediciones, Albacete, 2018)
ediciones anteriores:


El violín mojado (1ª ed. Seuba, Barcelona, 1991; 2ª ed. Libros del Aire, Madrid, 2013).