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viernes, 31 de julio de 2020

MALENTENDIDO


Le puse
la mano
en
el muslo

Por el modo
en que ella
se apartó
vi que
su entrega
a la literatura
no era

perfecta.


Irving Layton. Poemas de Amor. Ed. Hiperion

miércoles, 29 de julio de 2020

Sueño

Imagen alta y tierna del consuelo,
aurora de mis mares de tristeza,
lis de paz con olores de pureza,
¡premio divino de mi largo duelo!

Igual que el tallo de la flor del cielo,
tu alteza se perdía en su belleza...
Cuando hacia mí volviste la cabeza,
creí que me elevaban de este suelo.

Ahora, en el alba casta de tus brazos,
acogido a tu pecho transparente,
¡cuán claras a mí toman mis prisiones!

¡Cómo mi corazón hecho pedazos
agradece el dolor, al beso ardiente
con que tú, sonriendo, lo compones!    
    

Juan Ramón Jiménez
Fotografía de Carmen Lourdes Fdez. de Soto

lunes, 27 de julio de 2020

Sagrada, sagradamente

Nuestra divinidad es el amor
ahora y siempre, encerrado en nosotros

El rito es juego de cuerpos
bajo la suave frazada de la noche
o simplemente la tranquilidad
de las miradas en la mesa
cuando tú dibujas y yo escribo
o el acuerdo en comprar una botella de vino
a bajo precio
Somos paganos a veces
me transformo en un ángel exigente
y tú dejas que se agite tu diablo interior

Nuestra divinidad es el amor…

Sagrada, sagradamente nos bañamos juntos
y nos turnamos el agua caliente
y sólo con señales, libres de palabras
nos turnamos el cigarrillo

Sagrada, sagradamente esperamos el bus
y damos una vuelta bajo tierra
en la noche con tres grados de frío
y cuando dormimos pegados cubiertos
sólo con la oscuridad y nuestros cuerpos tibios

Sagrada, sagradamente viajamos en bus
y te sientas con tu cabeza apoyada en mi hombro
y casi en sueños hablas sobre mañana
o cuando yo despierto
y me quedo una hora para sólo mirarte
y tu rostro es liviano como un ala

sagrada, sagradamente bajamos después de mediodía
a nuestro café a tomar el desayuno

Sagradamente me llamas por teléfono
y el sonido es limpio como reloj
y tu voz vivaz como pájaro

sagrada, sagradamente cierras los ojos
y lanzas tu cabeza luminosa
hacia atrás para destruir la noche
mientras yo estoy sobre ti y en ti
y tiro de tu pelo
fuertemente como a ti te gusta

sagrada, sagradamente

Y nuestro rezo son palabras que nos decimos
en los momentos en que obviamos
ser modernos en este mundo

Y nuestro rezo son los ojos que fijamos
con caricias para abrirnos paso, libres en el mundo

Michael Strunge
La traducción del danés: Omar Pérez Santiago

domingo, 26 de julio de 2020

GALLINAS



Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.

La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en la casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté a uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.

Antes era un hombre. Ahora soy un propietario…



Rafael Barrett

sábado, 25 de julio de 2020

QUEDA LA MÚSICA



Miro el instante que ha fijado
La fotografía,
Ríes con la tímidez de quien
Le avergüenza la risa.
Quince años que sujeto entre mis brazos
Al compás del último disco robado.
Nada queda en ese trozo papel
Todo es alquimia;
Veo que es la prueba más veraz
De que todo es mentira.
Esos rostros ya no llevan nuestros nombres,
Son dos máscaras perdidas en la noche,
Pero, queda la música...
Siento que ese tiempo que se fue
No ha sido nunca nuestro,
Como cuando te miro y no logro
Recordar tu cuerpo;
No eras tú aquella insolencia de latidos
Que encendía mis deseos más prohibidos.
Creo que tú y yo no somos más
Que dos desconocidos,
Otros, dos extraños que en el tiempo
Se han hecho asesinos
Que, abrazados, van bailando por la vida,
Pero, queda la música...


Luis Eduardo Aute.

viernes, 24 de julio de 2020

La calle del agujero en la media




Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Una calle que nadie conoce ni transita.
Yo conozco la música de un barracón de feria,
barquitos en botella y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.

Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el affiche gastado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazo tendidos.
Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños queridos.
Tenía el resplandor de una felicidad
Y veía mi rostro fijado en las vidrieras
Y en un lugar del mundo era un hombre feliz.

¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios
y muñecas de trapo con alegres bonetes
y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verdura con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento de primavera.

El ciego está cantando. Te digo, amo la guerra.
Esto es simple, querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.
Alegres en lo alto de una calle cualquiera,
alegres las campanas con una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en la media
sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,
sólo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir: Yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.


Raúl González Tuñón

jueves, 23 de julio de 2020

SONETO A CRISTO CRUCIFICADO





No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el Infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor. Múeveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


Poema atribuido a san Juan de la Cruz
Fotografía de Carmen Lourdes Fdez de Soto





miércoles, 22 de julio de 2020

TÚ, CUYA MANO



Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.


Agustín García Calvo




martes, 21 de julio de 2020

LO QUE NO SE VA




Veo lirios acuáticos agitarse en el instante fijo
de una roca del Pérmico.

Veo a Kidinnú trazar en una tablilla de arcilla
el movimiento anual del Sol y de la Luna
con un error de nueve segundos.

Veo a Hokusai cerrando un álbum que ha titulado
Formas de abrazar.

Veo a Cristóbal Colón quejándose a los Reyes Católicos
de que después de veinte años de servicio
no tiene en Castilla ni una sola teja bajo la que guarecerse.

Veo a unos franciscanos construir con barro y enramada
la misión de Ntra. Sra. de Guadalupe del Paso del Norte
para el adoctrinamiento de indios piros y mansos.

Veo a unos cordeleros hacer un cobertizo de paja
contra el escenario del teatro romano de Sagunto
mientras cantan seguiriyas.

Veo a Mijaíl Bakunin buscando mantas con que cubrir
a Enrico Malatesta tiritando de fiebre
en un jergón de su casa en Zúrich.

Veo a un niño de la Escuela Moderna
leyendo El banquete de la vida, de Anselmo Lorenzo.

Veo a Joan Salvat-Papasseit quejándose entre lágrimas
de que otra vez se ha perdido la huelga
porque los obreros no nos amamos y no nos conocemos.

Veo a Angelita Parrales llorando porque ha perdido su alpargatita
en el camino de Pinete.

Veo a Tuli Kupferberg saltando desde el puente de Manhattan
y regresar a la orilla para ser cantado
por la estrellada dinamo de la noche.

Veo a Eladio Méndez  con once años
trabajando de lazarillo en el mercado de abastos de Mérida,
aprendiendo el precio de la libertad.

Veo a los Weathermen escribir en las autopistas
¡Vietnam vencerá!

Veo a Pandit Pran Nath cerrar los ojos para cantar el Raga Malkauns.

Veo a David Hammons vendiendo copos de nieve
un invierno muy frío en New York.

Veo los ojos chispeantes y la sonrisa iluminada
de un niño grande y bondadoso llamado Antonio Millán
desbrozando los primeros  senderos de la imaginación
sobre un cuaderno amarillo en el pupitre de al lado.

Veo a John Lennon envolver en papel higiénico
su título de Caballero del Imperio Británico
y devolvérselo a la reina.

Veo a Pi de la Serra escribir que la poesía tiene que ser
como una pala reluciente y gastada
de tanto descargar el carro de las mentiras.

Veo a Antonia Tello trazando con una tiza azul una línea
sobre la que luego me coge la bastilla del pantalón.

Veo a Fernando Macías enseñándome a hacer un arnés de rapel
con cuerda en doble y un mosquetón por descensor.

Veo el forro dorado de una gabardina con manchas de aceite de Vespa
un amanecer en el Sonnos.

Veo a Begoña Abad embriagada con el olor de un espino blanco
mientras un pájaro de papel hace un nido en su pecho.

Veo la biblioteca que Ignacio Espina donó a Moguer
en un contenedor azul de reciclaje de papel.

Veo a Dante Medina despidiéndose de media botella de whisky
en la línea de control del aeropuerto de Madrid-Barajas.

Veo a Filomena Martín con ochenta y cinco años
acudir por primera vez a un recital de su hijo
en la Casa Grande de Ayamonte.

Veo las cabras y muñecos de madera
que adornan la aldea de Soudes.

Veo a Manuel Maciá con los ojos llenos de luz
una noche en Envigado.

Veo a Platero en la escuela Plan de Ayala
de San Agustín del Bravo en Chihuahua.

Veo las vidrieras de la catedral de Ciudad Juárez
reflejándose en el hormigón duro y gris de la pared de enfrente
como una metáfora de la frontera.

Veo a Dios por el cristal amarillo
de la iglesia de San José Obrero en San Nicolás.

Veo el rostro violeta de mi abuela Trinidad
en el pasillo de embarque del aeropuerto de Monterrey.

Veo una legión de fantasmas
en el hotel Casa de la Palma de Puebla.

Veo a unos mazatecas incendiar el mar con sus ofrendas
una noche de luna llena en las playas de Mazunte.

Veo la bruma bajando de las montañas
como una estampa japonesa en San José del Pacífico.

Veo una herida de piedra en una herida de amor en Monte Albán.

Veo el árbol de la vida que nos enrama de vid
y racimos de uva en el monasterio de Santo Domingo de Oaxaca.

Veo una ofrenda de flores para Oyá
en la puerta del cementerio del Père-Lachaise.

Veo la sonrisa de Juana Bedia
detrás de una vitrina del Museo Arqueológico de Huelva.

Veo a la gente de Trigueros del Valle
declarar vecinos no humanos a perros y a gatos.

Veo unos ojos que se cierran para ver
en Emak Bakia de Man Ray.

Veo a Ángela Orihuela abriéndose a la luz y llenando con ella
lo que nosotros vamos perdiendo.

Veo que tal vez la poesía sea la única medicina para el alma.

Veo que todo está atrapado en una nube.

Veo que yo os soñé
y que habéis sido buenos sueños.




Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo, 2017
Fotografía de Carmen Lourdes Fdez. de Soto

lunes, 20 de julio de 2020

SILITHUS de ENRIQUE FALCÓN -fragmentos IV-

  


 [ ← click! ]   en aquel tercer día,
                         cuando la revolución alcanzó su término.


Aquí la anciana no dice –«he aquí una anciana»,
el anciano no dice –«he aquí un anciano»,
en Sílithus el muerto no dice
–«he aquí uno que no ha vuelto».
Nadie dice –«he aquí un perseguido»,
no hay nieve ni hay lluvias torrenciales
que oculten la tumba del rebelde
–el lobo no acorrala al cordero
y una niña pequeña ahora juega con los dos.
Aquí el varón no dice –«he aquí la mujer que hubimos matado»,
aquí el hombre del norte no dice –«este es el curso del río que nosotros torcimos»,
la piedra desechada ya ha sido recogida
y un niño recién destetado ahora mete su mano en las perforaciones de un tanque:
útero y ataúd descansan en las lindes del bosque.
Nadie nos ha dicho
–«este es el cloque, este es el anzuelo con que atragantábamos a vuestros padres»
–«esta, la silla de oficina»
–«este, el final de su esperanza»
–«aquí veréis ahora
toda la dote de un mundo apagado».
Aquí nadie dice
que quien ha conocido el mundo ha encontrado un cadáver [Tomás]
porque la fe resplandece en la cocina
la esperanza reposa en un plato:                                       [Tertuliano]
nadie vierte en ellos el alcohol de la derrota, nadie dice
–«este que bebemos es el alcohol de la derrota».
Aquí la anciana no dice –«he aquí una anciana».             [tabl. Enki]
Y el anciano no dice –«he aquí un anciano».
En Sílithus el muerto no dice –«este es uno que se ha muerto».

                 Un jergón disponible.
                 Velas para el extraño.

Que desciendan, que miren, que recuerden:
aquí masticamos el pan de las montañas
como otros masticaron el pan de los tristes.

Ni siquiera ahora,
con alivio,
reconocemos las filmaciones de córtex
cuando en ellas depositábamos
el reposo feliz y la dicha completa:
todo abruma y nada dicta
lentamente lo que quiera venir:
el chasquido final que enraíza en la horas.

Por todo alivio sabemos
que la lengua
que la lengua de Quien Miente
no les habla ahora a nuestros hijos
y quien hoy sujeta un arma
nada tiene entre sus manos.                                                     [Blyth]
Nosotras ensanchamos el espacio de la hoguera.

Hacíamos todo el esfuerzo posible
para no perturbar las plegarias del viento,
la indulgencia del suelo, el respeto a la asamblea
y ese hilo que sin prisas nos conduce al amor.

Nosotras, las Que No Gotean,
grabamos sus mensajes en pequeños radiolarios de sílice:

     “El esclavo y el amo pasearán juntos,                  [Gudea de Lagash]
      los poderosos y los humildes
      se han sentado los unos al lado de los otros,
      los huérfanos no sufren
      la injusticia que bendice a los ricos”.

.......................................................................... [d V.2]
...............................................................................................
........................................................................................
....................................................................

Mientras las ciudades que quedaron vacías
dormitan y bostezan en su sueño intranquilo,
nosotras cantamos y cosemos: ya no hincamos
la rodilla para ningún poderoso
ya no atamos nuestra sangre en ningún poderoso
(la huelga y la caricia
son esa vocación de hilo).
Cuando el ganado que yace en la tierra
parece tener
grandes y tranquilos pensamientos,                                     [Emerson]
cuando bajo el árbol del tejo y una talla de madera
nosotras compartimos el pan,
tomamos nota de libros que no existen,
sustento tras sustento
sabemos juntas en ese abrazo en común

    Que      el cesto está vacío y la copa se ha apurado
    Que      se han abierto las cancelas del bosque
    Que      palmo a palmo
                el musgo devora para siempre este manto de cemento
    Que      ha sido aborrecido
                para siempre todo acto de injusticia.

Cruzamos el puente del Chinvat en el tercer amanecer.
Como las antiguas mujeres que persiguió la edad media,
llevamos sobre nuestras cabezas tres cestas de espinaca:
secretos de una arcana herboristería
prohibida desde siempre por miedo del varón.
Convocamos la revuelta
cocinando la comida de los nuevos hermanos
Mantenemos el fuego
Disolvemos la reunión, restañamos heridas
Sentándonos juntas
escribimos sobre ramas de sílice las más nuevas canciones
Desbrozamos caminos
vigilamos sombras custodiamos huecos
–pro
tejiendo madrigueras con cuchillos y antorchas,
con cuchillos y antorchas no pedimos perdón.

Continuamos el espacio que ensancha la hoguera.

................................................................................ [d V.3]
........................................................................................
..............................................................................................
............................................................................
.....................................................................................

En el bosque habitábamos
como troncos rechazados por el leñador;                         [Theragatha]
como alberca sin agua
levantamos tienda entre risco y llanura.
Todo es común en nosotras,
todo se esparce tranquilo,
afín alejado de los mercaderes
que sentenciaron los ciclos del hambre.
Caminamos por senderos en vez de por ciudades,
caminamos por parejas en vez de por dinero;
en el bosque habitamos nosotras,
como presa que ignoran
los últimos mastines del rey cazador.

Con el cableado que en ya interrumpidas
alineaciones galvanizadas y rotas
ya no da suministro a las torres eléctricas
nosotras hacemos vibrar el aire
y cuidamos de la llama de vesta,
cuidamos de la llama del atásh.

Mantenemos vivas las Conversaciones
de los Tres Tiempos, un contrato
que vincule a los que viven,
a los que están por nacer
y a los que han muerto.                                                         [Burke]
Por eso arrojamos cada tarde,
en la orilla de un mar serenamente ácido,
minúsculos mensajes en las nervaduras del sílice.
– Para quienes muertos sin embargo viven.

Ayer mismo replantamos un almendro              
cuya floración aturdía a los niños y a los pájaros.
Nosotras ensanchamos el espacio del hogar,
el país definitivo
del pan y la esperanza.
Cuidamos de la llama de vesta,
velamos la llama del atásh.

Dando frente hacia ese almendro
hemos dejado una habitación abierta
en la que un hombre lisiado descansa
y una mujer encorvada descansa:

para quienes siempre amaron
o jamás se sometieron,
sustento tras sustento
ven crecer los árboles.

Y dan cuenta de lo justo en esta tierra.




Enrique Falcón. Silithus. Ed. La Oveja Roja, 2020
El libro tiene licencias 'Creative Commons' y, se puede leer completo en (https://silithus-falcon.blogspot.com/2020/03/silithus-version-de-regalo.html).
 Se puede reproducir sin mi permiso.