Del
llanto contenido
con
la opresión firme de los sucesos,
de
los ojos hacia dentro
contemplando
las hojas de mi otoño interno,
mientras
bailan mis manos,
libres
como como pájaros ardiendo,
de
las bocas del miedo que se teje en los tejados
y
del canto perpetuo de la lluvia en los caminos
mientras
crepita la llama del fuego
y
se vuelcan los vientos en mi pelo,
de
todo esto…y de ti
y de nuestro insomnio contenido
sobre
la pradera verde del silencio
quisiera
hablar contigo
porque
la música que nos viene
del
bosque y de los álamos
nos
inunda del todo
y se desborda sobre los cantos rodados
de
tu vientre encendido…
y
yo ahora me pregunto
con
tu frente en mi boca
y
tu pelo entre mis dedos
qué
fue de los gritos
guardados
en el cofre de mi lengua,
del
sabor de las amapolas perdidas
entre
tus piernas
y
de la aurora que vino
a decirnos, como siempre,
vivid
y bailad al son de las hojas templadas
que
llueven de los árboles
Cuando el camino duela
en la piel
y el cuerpo se agoste
extenuado
me gustaría descansar
en una casa que luciera blanca.
y que todas sus paredes
y muros
tuvieran una enorme
boca desdentada
con branquias para
drenar el aire y las aguas.
Con una ventana abierta
a un jardín
donde dormiría un viejo
roble
de alma húmeda y ojos
encendidos,
solo él sabe que la
lluvia no duele
ni daña el alma,
con hojas que caerían
de vez en cuando
como versos templados
al suelo mojado…
y que también volara
como un poema único
el canto de los chamarices.
La puerta siempre
abierta, hospitalaria,
para que entrara el
viajero
y me contara las
historias de su tránsito.