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viernes, 28 de febrero de 2025




 

 

Uno quisiera creer que no tiene la culpa.
Lo criaron viendo a su padre pegándole a su mamá
mientras estaba encima de ella moviéndose en la cama.
Hasta que se fue. Uno quisiera creer que delinquió por primera
vez a los catorce como una forma de hacerse amigos.
Es más fácil pensar que las lavadoras con las que se ganaba
la vida en el pabellón de reos peligrosos son metáfora postrera
que nos dejaría dormir tranquilos. Uno quisiera uno preferiría
pero tampoco hay que recoger espigas cuando se pueden sacar
guijarros desde el fondo del cauce de los ríos. Allí donde
las estaciones de trenes han sido manoseadas hasta el hartazgo
por la falta de talento de los administradores de la última década
y la complicidad de los guardianes del mito, allí donde las madres
tampoco tienen la culpa por casarse otra vez, el cable alrededor
[del cuello
de un niño no mayor de nueve años y lo demás mejor, en fin, ya
se sabe, semen derramándose por la pobreza, edulcorado el crimen
y la maldad más absoluta, un reo que no ha sido rematado sigue
siendo un reo, yo me pongo del lado de los que piensan
que el paraíso es nuestra única alternativa, sinceramente
yo prefiero embaldosar el parqué de las cocinas

 a tener que enjuagar los calzoncillos de los narcos,
yo me quedo haciendo clases para los muchachos del medio oeste
los mismos que están dispuestos a salir a dispararle a los tornados
y no tener que ponerme de rodillas ante los sicólogos
que vienen en busca de señales: cuántas veces te perdiste
antes de cumplir los cinco años, te daba miedo la noche
o preferías almorzar apoyándote en la pared, escribías
con un cuaderno sobre las piernas o lo apoyabas en la falda
de tu esposa, pelotón de fusilamiento o ver la luz del día.
Pongamos las manos al fuego. Los dueños del púlpito
saben mucho más que nosotros. Yo soy de los que piensan
con una cuchara en la boca, con un martillo en la mano.


 Cristian Gómez Olivares. El incendio del Reichstag. Ultramarina. 2024

 

jueves, 27 de febrero de 2025


 

 

Dice que está muy preocupada
por la forma en que enseñan Historia
en la secundaria donde están sus hijos.
Un botón de su blusa está desabrochado,
pero los ríos han vuelto hacia sus cauces
y la nieve huye para que las copas
retornen a la cima de los árboles.
Los brotes se desparraman por todas partes
y el verano está a la vuelta de la esquina.
Trato de ponerle atención, pero me pregunto
si los que deciden estas cosas agregarán
un mañana a este día para recordar que conversamos
alguna vez después de una reunión de profesores
aunque a la salida de la ciudad de Burgos
no cambien de rumbo las cornejas. Podríamos comentar
alguna de esas películas donde los protagonistas se dirigen
a la cámara para comprobar que seguimos allá afuera.
Sin embargo la están esperando para que cumpla
con ese rol que dice estar muy contenta de cumplir
y por el cual no recibe más emolumento que ocho horas
de sueño por las noches y libros de poesía

con una página menos cada año: nunca llegó a abrirlos
por miedo a que los bomberos del futuro
hicieran con ellos una pira y metía sus dedos
en los agujeros de bala del palacio de gobierno
para comprobar que los soldados dispararon
y comprobar que de adentro respondieron.
Qué, tras esos muros, se preguntaba a veces
recordando a un poeta magallánico que nunca
quiso saber el nombre de la ciudad en que vivía,
uno de esos arquitectos capaces de trazar en las servilletas
los planos de todo aquello que estaba detrás de esos muros
y ofrecerlos en un restorán a cambio de la próxima ronda
para sus amigos: la están esperando para que cumpla
con un contrato que firmó porque ya se estaba haciendo tarde
para seguir de pie delante de esos cuadros que no estaban
a la intemperie pero tampoco en una galería: en esta ciudad
donde los impuestos que nos cobran sirven para financiar
la vergüenza de tener que recordarlo todo como si lo hubiéramos
vivido, una mariposa se posó sobre su hombro. Tenía las alas
de múltiples colores y la actitud de querer decirnos
algo aun sabiendo que no lo entenderíamos.
Su aleteo despreocupado era el mensaje.
Alejarse hacia el cielo sabiendo que la miraríamos alejarse
su forma de advertirnos.

 

 Cristian Gómez Olivares. El incendio del Reichstag. Ultramarina. 2024