En Oriente Medio
Cada cumpleaños es un año más que no has muerto,
no un año más que has vivido.
La lluvia de sangre
mata la sed de los árboles.
En Oriente Medio,
el abrazo de despedida es más largo,
ya que nunca se sabe si es la última vez.
Nosotros morimos para que las fábricas de armas
lleguen a su objetivo de ventas.
Morimos para que otros países se sientan afortunados por no haber nacido aquí.
Nosotros somos unos números:
redondeables,
Olvidables
e ignorables.
Nosotros morimos,
a veces sin darnos cuenta,
como un árbol que no crece en otra tierra,
como un corazón que no escucha “te quiero” en su idioma materno.
Morimos
como alguien que no sabe nadar,
como el sol,
triste,
sangrante,
a diario.
Este mundo no fue creado para nosotros.
Estamos solo para que el estadio no esté vacío.
Somos historias cortas.
Y cuando terminamos… empezamos.
Para vivir un poco,
morimos muchas veces.
En Oriente Medio
sembramos esperanza y cosechamos muerte.
Sembramos sueños y cosechamos muerte.
No sembramos nada… y cosechamos muerte.
Vemos la muerte al fondo de las tazas,
vemos la muerte en los espejos,
cerramos los ojos… y soñamos con la muerte.
Desde niños, jugamos al juego de la muerte.
Uno dispara,
el otro finge que muere.
Crecemos…
uno de verdad toma el arma,
el otro de verdad muere.
Nuestros aeropuertos están llenos de vuelos sin vueltas,
de abrazos, de llantos,
de plantas que, con las raíces en la mano,
van a vivir en otro jardín.
¿Dónde está la paz?
Cuando compartían la paz, ¿nosotros dónde estuvimos?
¿Quién nos devuelve los años perdidos?
¡No nos matéis!
ya que en cada homicidio, por lo menos, mueren dos personas.
¡No nos matéis!
para que podáis dormir bien,
para que la humanidad no muera en vuestros corazones.
Maná Delkash