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martes, 13 de marzo de 2012

NACER ES MORIR, Y VICEVERSA






Cuenta la fábula que, un día, las celulitas de la cavidad uterina materna vieron aterrizar algo así como una pequeña nave espacial que se adhirió a la pared cerca de ellas. Había descendido por las trompas de Falopio un huevo fecundado. Durante meses vieron desarrollarse una criatura, tomar forma, palpitar y comenzar a flotar en aquel espacio.Se encariñaron con ella. Pero, hete aquí que, de pronto, se agita todo: un terremoto, unas convulsiones y contracciones, unas corrientes de agua... y aquella criaturita, con la que se habían encariñado, se les escapa por eun túnel oscuro. La sujetan para retenerla, pero alguna fuerza parece tirar desde fuera. Al fin se les escapa, y se cierra la salida o entrada de aquel túnel. Aquellas células pequeñas se quedaron solas y tristes en el interior del seno, llorando por la criatura desaparecida.Se pusieron a organizar un funeral por su muerte, pero les molestaban los ruidos que venían del exterior. No sabían que allá fuera se estaba celebrando con júbilo un nacimiento... La muerte solamente se ve como muerte desde lo que llamamos esta vida; en cambio, se vería como un nacimiento desde un más allá. La fábula sugiere que nacer es morir, y viceversa. El proceso de maduración para llegar a ser uno mismo es un continuo cruzar umbrales: tránsitos de muertes que son alumbramientos, y de nacimientos que parecen muertes.

Juan Masiá. El otro oriente. Sal terrae. 2006

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