Sin fin el dulce nacimiento de la conciencia
y sus amargas muertes en vano.
Sin fin el marchitamiento
de las pieles las frutas, efímeras, fugaces
y las sirenas de neón
cantando unas a otras en alguna parte.
Sin fin las leves variaciones
de lo absolutamente familiar,
los fuegos de la juventud,
las brasas de la ancianidad,
la furia del poeta renacido.
No tiene fin la creación
en la danza muda de las moléculas.
Todo se transmuta, todo cae en el silencio
y todo gime, llora, una y otra vez.
Sin fin la espera interminable,
Dios y Godot
nunca terminan de llegar.
No tienen fin las acciones, los planes,
los dilemas y las demoras.
Absurda la espera que anula la acción
y desea que ya no existan las guerras
y desea la desaparición de los estados.
Es inútil la espera que niega la acción.
No tiene fin la lucha entre el bien y el mal,
las cabriolas del destino,
sin fin la energía nuclear,
la energía interna de la tierra,
las reacciones en cadena sin fin
mientras las Blancas Bicicletas de la protesta
circulan lentamente a su alrededor.
Pues algún día estos dioses con rostros caninos
que calzan zapatos a la moda de Gucci,
botas tejanas y sombreros de latón
y viven en bunkers
con muchos botones e interruptores
a su alcance
desaparecerán, les llegará el fin.
Pero lo que nunca tendrá fin
es la esperanzadora posibilidad
de elegir en nuestras encrucijadas
y entre las elecciones aún no realizadas
elegiremos
la iluminación de las mentes oscuras,
los senderos de la gloria,
los verdes gigantes de la casualidad,
los anzuelos de la esperanza
en los pantanos del desaliento,
las colinas en la distancia,
los pájaros en los arbustos,
los arroyos de la luz oculta,
las melodías desconocidas,
las sesiones del pensamiento dulce y silencioso
y las muertes felices de los corazones todos los días
y los poyos de barro
y los pies enfundados en zapatillas
recorriendo la bahía.
Y es más,
son infinitas las puertas de la percepción
que aún deben ser abiertas,
y los potentes chorros de luz
en el elevado espíritu del hombre
en el espacio exterior muy dentro nuestro
en el Amsterdam del Ying y del Yang.
Sin fin las rubaiatas, sin fin las beatitudes,
sin fin los shangrilas, sin fin los nirvanas,
sutras y mantras sin fin,
satoris y sansaras sin fin,
Bodhiramas y Bodisatvas,
Karmas y Karmapas.
Sin fin los Shivas, cantando, danzando,
en los humeantes vientres del éxtasis.
Brillos, trascendencia
penetrando la cristalina noche del tiempo
en el silencio sin fin del alma
en la larga y altisonante historia del hombre
en el sonido y la furia sin fin,
significando todo
con sus alucinaciones sin fin,
adoraciones e iluminaciones
y destrucción total
y erecciones e exhibiciones,
fascismo y machismo,
circos de las almas extraviadas,
parques de diversión de la imaginación,
Coney Islands
del poema sin mente sin fin
dictado por la voz individual
del inconsciente colectivo
ciego en las huellas
del tiempo.
En los últimos días de Alejandría.
El día que precede a Waterloo.
Los bailes prosiguen.
En la noche se escuchan
los sonidos de una fiesta bulliciosa.
Lawrence Ferlinghetti (fragmento del poema La vida sin fin)
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