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miércoles, 7 de abril de 2010

MANIFIESTO POPULISTA

Poetas, abandonad vuestros armarios,
abrid vuestras ventanas, abrid vuestras puertas,
habéis estado demasiado tiempo enterrados
en vuestros mundos de clausura.
Bajad, bajad,
de vuestras Colinas Rusas y vuestras Colinas Telégrafos,
vuestras Colinas Faro, y vuestras Colinas Capilla,
vuestros Montes Análogos y vuestros Montparnasse,
bajad a pie colinas y montañas.
Bajad de vuestras cúpulas y poltronas.
Los árboles caen todavía
y no volveremos a los bosques nunca más.
No hay tiempo ahora para sentarse en ellos
mientras los hombres queman su propia casa
para cocinar a su cerdo.
No más cánticos Hare Krisna
mientras arde Roma.
Está quemándose San Francisco,
en el Moscú de Mayakowski está ardiendo
la gasolina fósil de la vida.
La Noche y el Caballo se acercan
comiendo luz, calor y poder
y las nubes tienen pantalones.
No hay tiempo para que el artista se esconda
encima, más allá o detrás de los escenarios,
indiferente, limpiándose las uñas,
refinándose fuera de la existencia.
No hay tiempo para nuestros pequeños juegos literarios,
no hay tiempo para nuestras paranoias y nuestras hipocondrías,
no hay tiempo para el miedo ni para el enojo,
sólo hay tiempo para la luz y el amor.
Hemos visto a las mejores mentes de nuestra generación
destruidas por el aburrimiento en las lecturas poéticas.
La poesía no es una sociedad secreta,
no es un templo tampoco.
Palabras secretas y cantos ya no sirven.
Ya concluyó la hora del Om,
viene la hora del lamento,
la hora del lamento y del regocijo,
viene el final de la civilización industrial
de lo que perjudica al hombre y a la tierra.
Es la hora de encarar el exterior
en la posición del loto
con los ojos abiertos de par en par,
la hora de abrir vuestras bocas
con un nuevo discurso abierto,
la hora de comunicarse con todos los seres que sienten,
todos vuestros Poetas de las Ciudades,
colgados en los museos, yo incluido,
todos vosotros poetas para poetas que escribís poesía
sobre poesía,
todos vosotros poetas de lenguas muertas
y deconstruccionistas,
todos vosotros talleres de poesía
en los sótanos del corazón de América,
todos los domeñados en la casa de Ezra Pound,
todos vosotros poetas monstruosos cortados a patrón,
todos vosotros poetas concretos y estresados,
todos vosotros poetas cumilingües,
todos vosotros poetas de servicio de pago que os quejáis con graffitti,
todos vosotros versificadores del Metro incapaces de hacer rima
todos vosotros maestros del haiku
en las siberias de América,
todos vosotros ciegos ilusos,
todos vosotros supersurrealistas que os ocultáis a vosotros mismos,
todos vosotros visionarios de habitación
y agitadores de retrete,
todos vosotros poetas grouchomarxistas
y camaradas de la clase ociosa
que vagueais todo el día
y habláis acerca de la clase proletaria.
Todos vosotros anarquistas católicos de la poesía
todos vosotros montañeros negros de la poesía
todos vosotros bramanes de Boston y bucólicos de Bolina
todos vosotros canguros de la poesía
todos vosotros hermanos zen de la poesía
todos vosotros amantes suicidas de la poesía
todos vosotros profesores greñudos de la poesía
todos vosotros reseñistas de la poesía
bebiendoos la sangre del poeta
todos vosotros policías de la poesía
¿dónde están los niños salvajes de Whitman?
¿dónde las voces fabulosas que recitan
con sentido de la dulzura y de lo sublime?
¿dónde la nueva visión fabulosa,
la fabulosa perspectiva del mundo?
¿la elevada canción profética
de la tierra inmensa
y todo lo que canta en ella
y nuestro vínculo con eso?
Poetas, descended
a la calle del mundo una vez más
y abrid vuestras mentes y vuestros ojos
con el antiguo deleite visual,
aclarar vuestras gargantas y hablad alto,
la poesía está muerta, larga vida a la poesía
de ojos terribles y fuerza de búfalo.
No esperéis a la revolución
o sucederá sin vosotros,
parad de susurrar y gritad
con una nueva poesía abierta de par en par
con un nuevo lugar público de sentido común
con otros niveles de subjetividad
otros niveles subversivos,
un tenedor incrustado en el interior del oído
para cavar la superficie.
De vuestro propio dulce yo que aún canta
hay que declarar la palabra colectiva
la poesía el común vehículo
para transportar al público
a lugares más elevados
de los que otros vehículos pueden alcanzar.
La poesía aún cae de los cielos
a nuestras calles todavía abiertas.
No han abandonado las barricadas todavía,
las calles aún vivas con caras
de adorables hombres y mujeres
que se pasean aún por allí,
hay criaturas adorables por todas partes aún,
en los ojos de todos el secreto de todos
sigue enterrado todavía,
los niños salvajes de Whitman todavía duermen allí,
despertaros y cantad al aire libre.

Lawrence Ferlinghetti. Manifiesto populista y otros poemas (Árbol de Poe, Málaga, 2005),

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