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lunes, 17 de mayo de 2010
SIN IR, SIN VENIR
Ayer mismo te decía
que el verano empieza a olerme a India.
Volver, escapar. Ah! los apegos.
Si no estuvieras tan pegado, Antoñín,
me decía en el colegio mi profesor de matemáticas.
¡Si pudiéramos cortar los chicles del apego y volar,
volver, tornar, escapar!
Lo dijo Raspasesos, el gran maestro zen moguereño:
las oportunidades de nacer como humanos
son las mismas que tiene una tortuga ninja
de sacar la cabeza en mitad del océano
y toparse con Antoñito Filipín.
¡Volver, volver, escapar..!
¡Querido grano de arena,
querida gota de agua!
Liberados del error de que el paraíso es un lugar,
¿a dónde volver?
¿a dónde escapar?
¿cómo vencerse a sí mismo?
¿qué hacía Bodhidarma en China?
Liberado del error de que el paraíso es un lugar,
la montaña se ríe de mí,
la vieja sandalia se ríe de mí,
la cigarra se ríe de mí,
las luciérnagas
se encienden en la noche de junio
y brillan.
Antonio Orihuela. Todo el mundo está en otro lugar. Ed. Baile del sol (en prensa)
Jesús, qué cansinos sois los creyentes madre. ¿Dónde se esconden los irreverentes ateos?.
ResponderEliminarTus versos lo dicen, el paraiso no es un lugar, es uno mismo el que puede ser paraiso o infierno, y no se puede huir de uno mismo (ni siquiera a la India).
Estar vivo es tanto disfrutar como sufrir los apegos, sólo los muertos no sienten, sólo su frio conserva intocable su esencia inmutable, la de la nada.
No busques quimeras imposibles y además infelices (porque esa ilusión que buscas es infelicidad en estado puro, aunque no lo creas); la iluminación no está en la India, ni en la química; sólo siéntete, y sentirás el todo (justo al revés de lo que haces).
Abrazos desde la luz, justo donde tú también estás (sólo te falta la fe).