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martes, 12 de abril de 2011
CABEZAS DE TORMENTA
El anarquismo es un amparo al que no demasiadas personas
concurren. No deja de ser curioso llamar “amparo”
a lo que es ahora una sombra de su antiguo esplendor
político y cultural, pero los lugares o creencias que nos
brindan refugio y certeza a veces caben en la cabeza de un
alfiler. Desde que tengo memoria de mi interés por el pensamiento
político siempre me he sentido un anarquista.
La palabra suena hoy menos tremebunda que extraña,
como si se mencionara un animal extinto. Un ave pesada
que nunca pudo volar o un mamífero cuyo último ejemplar
fue avistado décadas atrás. Era, además, un animal
acostumbrado a las batidas y a ser cazado en abundancia.
Se diría, entonces, que la impotencia, la persecución o el
irreversible decrecimiento demográfico han sellado su destino.
Pero cualquier adherente a las ideas libertarias es
consciente de la larga lista de fracasos que lo rodean y
preceden. Y también de los escasos pero muy significativos
logros. Cada uno de ellos se cobró su libra de sangre y
exigió un enorme esfuerzo colectivo.
Se comprenderá que un movimiento de ideas tan radical
haya nacido casi extinto. Sus tareas eran las de un
Hércules; sus enemigos, antiguos e inmensos como pirámides;
y sus fuerzas, limitadas y, al fin, fatigadas...
...Fueron sus cabezas de tormenta. Los primeros en
anunciar y promover algunas libertades que hoy se disfrutan
en partes del mundo. Las otras aristas de su historia
exponen tanto un estilo de garra como una consideración
amorosa por los hombres y la tierra. De no haber
existido anarquistas nuestra imaginación política sería más
escuálida, y más miserable aún. Y aunque se filtre únicamente
en cuentagotas, la “idea” sigue siendo un buen antídoto
contra las justificaciones y los crímenes de los poderosos...
...Cien años atrás el anarquismo era un movimiento organizado,
culturalmente significativo, y políticamente temido.
Ese impulso no ha llegado hasta nosotros. Pero nada
se ha perdido. Ni las palabras dichas, ni las ideas publicadas,
ni los panfletos repartidos, ni las acciones realizadas.
Irradiada hace ya mucho tiempo, su influencia se dispersó
más allá de los propios simpatizantes. Afluentes de aquella
mutación cultural frustrada se vertieron soterradamente
en las aspiraciones y conductas de la actualidad.
Christian Ferrer. Cabezas de tormenta: ensayos sobre lo ingobernable.
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