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jueves, 15 de marzo de 2012
METER LA CABEZA
En lo único que pensamos es en meter la cabeza,
algunos la meten tanto que ya no hay forma de que la puedan sacar
y se quedan allí, con la cabeza encajada,
felices en su dulce mediocridad,
contentos con lo que un día dieron por ellos
en el mercado de la carne.
Otros, tras seis meses sin cobrar
y ante la perspectiva de que nada cambie,
la sacan.
Es increíble que nadie esté dispuesto a sostener un huelga de tres días
y ninguno se queje si lleva dos meses sin cobrar.
Se aprovechan, se aprovechan de nuestra buena fe,
de nuestra capacidad de autoengaño,
de poseer un lenguaje donde las cosas dichas duelen menos:
-Es que está usted fuera del nicho de empleo.
-Es que se trata de una reestructuración de la empresa.
-Es que no se ajusta usted al itinerario.
-Es que no da usted el perfil,
que es como decir que sobras, que estás demás,
que lo tuyo no les sirve o que no se fían de ti,
que han visto en sus controles de calidad y sus test
preparados por otros curritos psicólogos
que un día te seguirán en la cola del INEM,
una mancha, una duda, vamos, que no pareces suficientemente manso
y que, por tanto, eres tú el que tiene la culpa de quedarse fuera,
el que no encaja, el que no conecta, el que no ha sonreído todo el rato,
y que en un momento dado podrías ser conflictivo
porque aquí el salario no va por convenio sino por productividad,
porque aquí ya estaba todo incluido, hasta las vacaciones
y las pagas extras, y la jornada interminable,
y el coche que también lo pones tú,
y el que enferma va fuera.
Nos reímos de los pobres Ninis en Operación Triunfo o en GH
cuando todos nos pasamos el puto día de casting en casting
y además, para los que fracasen
hay dispuestas cien mil celdas y ciento cincuenta mil policías
para hacerles entrar en razón,
y para los privilegiados que metan la cabeza
nuevas formas de coacción, de precariedad,
del vuelva usted mañana
pero hágalo igual de solo que hoy,
con toda su cabeza metida en su feliz clase media insolidaria,
distráigase mientras tanto,
no olvide pasearse con su carrito vacío por los pasillos del supermercado,
recuerde que con su tarjeta
puede retrasar sus pagos hasta tres meses
no lo olvide,
lo importante es meter la cabeza,
la guillotina la ponemos nosotros.
Antonio Orihuela. Autogobierno. Ed. Insomnus. Mallorca, 2012.
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