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jueves, 19 de abril de 2012
UNOS Y OTROS CON REPSOL COMO EXCUSA
En la vida, unos pocos están para enriquecerse y el resto para enriquecerlos. Los que están para enriquecerse lo saben. Los otros no.
Manuel Blanco Chivite. De bar en bar hasta llegar al mar. Ed. Vosa, 2006.
Repsol no es España
Juan Torres/Publicado en Publico.es el 17 de abril de 2012
La única manera de entender las razones que provocan el furor con que el
gobierno español, los medios de comunicación y tantos tertulianos de toda
laya defienden a Repsol no puede ser otra que comprobar el amplio listado de
ex autoridades del Estado, incluyendo actuales ministros, que han estado en
su nómina, las miles de páginas y horas de su publicidad que financian a los
medios y quién sabe qué otro tipo de influencias más inconfensables e
inconfesadas.
Defender la españolidad de Repsol es algo demasiado forzado y olvidar que
los que ahora lo hacen con tanto ímpetu fueron, en su gran mayoría, los que
promovieron y llevaron a cabo la privatización de empresas que entonces sí
que eran efectivamente españolas, no solo porque la totalidad o la inmensa
mayoría de su capital era español, lo que quizá incluso sea lo de menos,
sino porque la estrategia empresarial que perseguían respondía a intereses
nacionales y no globales que apenas si repercuten en el progreso de España y
en el bienestar de sus ciudadanos.
Desde que fue privatizada, Repsol tiene su cerebro y su alma puestos en
otros lugares e intereses y no se puede decir que haya sido España en su
conjunto quien se haya beneficiado de su actividad empresarial. Utiliza
paraísos fiscales para tratar de tener aquí la menor carga fiscal posible,
ha destruido empleo y a docenas de pequeñas y medianas empresas española al
someterlas a condiciones de pagos draconianas a pesar de que cuenta con
abundantes recursos financieros y liquidez suficientes.
Es por ello una perversión inaudita que el gobierno y ex políticos en su
nómina salgan a defenderla y que no dijeran nada cuando Repsol actuaba de
esa manera lesiva para la economía nacional.
Y si la actuación en España de Repsol ha resultado tan escasamente
beneficiosa para nuestros intereses nacionales su comportamiento en el
exterior resulta sencillamente vergonzoso y justifica que los españoles “de
bien y como Dios manda”, por utilizar la expresión que tanto le gusta a
Mariano Rajoy, hubieran condenado hace tiempo sus desmanes y tropelías,
especialmente, por cierto, en las tierras que en los discursos oficiales
tanto alabamos considerándolas como nuestras hermanas. En Ecuador, Bolivia y
otras latitudes ha provocado grandes daños medioambientales y sociales y
vulnera constantemente los derechos humanos de pueblos enteros, generando
una ingente deuda ecológica allí donde actúa. Como otras multinacionales,
que en realidad no tienen Patria alguna, Repsol ha promovido gobiernos
totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la exonerasen de pagar
impuestos y cuando otros dignos y con vergüenza se lo han exigido ha puesto
el grito en el cielo y recurrido a su españolidad, como ahora, para recabar
el apoyo de gobiernos y medios de comunicación.
¿Dónde estaban entonces los defensores del libre mercado y la competencia,
de la justicia, la libertad y los derechos humanos?
En Argentina, como en otros países, Repsol utiliza las respectivas filiales
nacionales, como hacen todas las empresas multinacionales, para fijar los
llamados “precios de transferencia” (artificialmente bajos para hacer que
aparezcan pérdidas allí donde conviene y beneficios en donde pueden
conseguir tratamiento fiscal y condiciones políticas más favorables). Y en
lugar de orientar la explotación de los recursos nacionales hacia el
abastecimiento interno que cubra las necesidades de la población y satisfaga
los respectivos intereses nacionales, se utiliza como parte de una
estrategia de maximización de beneficios global que, entre otras cosas, pasa
por considerar al petróleo, y al resto de las materias primas, como una
commodity, es decir, no solo un bien orientado a la producción y el consumo
sino, sobre todo, a su utilización como activo financiero para especular con
él en los mercados.
Confundir los intereses de Repsol con los de España es un insulto a la
inteligencia de los españoles. Ni es española por la composición de su
capital -mayoritariamente en manos de intereses extranjeros-, ni por la
estrategia empresarial que persigue ni, como he dicho, porque beneficie
principal o sustancialmente a las familias o empresas españolas. Más bien
todo lo contrario.
Y la defensa numantina que ahora quiere hacer de Repsol el gobierno resulta
verdaderamente patética y vergonzosa cuando día a día se somete sin más a
los mercados, a los bancos que han provocado la crisis, a los grandes grupos
empresariales y al gobierno alemán que impone medidas totalmente lesivas
para los intereses españoles. ¡Eso sí que merecería una respuesta valiente y
patriota por parte de nuestro gobierno y de los medios de comunicación!
Lo que está haciendo el gobierno es patético y se debe decir claramente: no
está defendiendo los intereses de España y de sus ciudadanos, como dice,
sino de una gran empresa a la que España, el bienestar de su población o la
situación de las empresas que verdaderamente están aquí tratando de sacar
adelante la actividad y el empleo sin gozar del apoyo y los privilegios de
Repsol, le importan un rábano en el día a día de sus actuaciones
Ya está bien de tanto teatro y de tanta sumisión ante los grandes. Lo que
necesitamos en España no son precisamente repsoles que se dediquen a ganar
dinero a espuertas en Argentina y otros países a base de mal explotar sus
recursos, de evadir impuestos y expatriar beneficios a paraísos fiscales,
sino un gobierno digno que se plante ante quienes de verdad están llevando a
la ruina a la economía española.
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