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martes, 30 de octubre de 2012

SU SEÑORÍA




Ha entrado en el recinto.
Le acompañan armarios con cabezas de puma.
Aplausos, lipotimias, vítores, gonorrea,
desmayados muy blancos; forofos, pancartistas…
Las banderas ondean impulsadas
por mil ventiladores made in muertecitos de hambre.
Y la megafonía -un témpano de hielo-
repite inasequible al desaliento
el himno consabido.
Se acerca a la tribuna de oradores.
Bebe bastante agua (glub, glub, glub…).
Carraspea un poquito.
Se analiza por dentro:
la rayita funciona.
Ahora viene lo bueno”, piensa para sí mismo
Y comienza el período en el que la utopía
es el motor central de su extenso discurso.
Convencerá sin duda al respetable,
pues nunca le ha fallado trastocar los conceptos.
Además,
domina bien el arte de rozar la verdad
(y por lo tanto obviarla, si conviene al negocio)
porque lee a Confucio en su antiguo retrete.


Rafael Alcalá. Bazar de circunstancias. Ed. Alhulia, 2005.

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