Federico (Engels), Palmiro (Togliatti),
Rosa (Luxemburgo), Victoria (Kent),
Antonio (Gramsci), Carlos (Marx),
Dolores (Ibárruri) y Federica
(Montseny).
Son legión los ancianiños.
Aviejadolescentes impúbiscos
que recorren Nerja
al timón de bicicletas prostáticas
mientras entonan cánticos cósmicos.
Siempre en busca de quien se ofrezca al
hambre de los zombis.
Ferrandías.
Tórridas ferrandías.
Túnidas. Halitósicas. Teleseriadas.
Asalmonadas. Suprarrenales.
No los moverán.
Nadie se atreverá a mover sus
descuajaringados pellejos.
Sus cardiopatías centenarias anegadas
de nostalgias submarinas.
Chanquete (Marx) pesca ramos de
claveles mustios con sus manos.
Julia (Luxemburgo) escupe brochazos con
óleos de pintora depre.
Piraña (Gramsci) engulle
transatlánticos en bulímicas sentadas.
Tito (Engels) asume que en la Mirinda
exprimen frutas del Paraíso
y que la URSS es un western del
eastern.
Un weastern.
De ahí la admiración declarada de
Stalin hacia Gary Cooper,
pionero que se adentraba en los
graneros libre de servidumbres.
Los ancianiños se beben tu fiebre y el
semen dulzón de los muertos.
Se protegen así del temporal.
No los moverán.
Nadie se atreverá a mover sus burbujeos
en lo más alto del podio.
Son unos sportmen sublimes.
Solos ante la inmensidad del capital.
Impávidos al murmullo terrible del
lumpenproletariado.
No los moverán.
No los abolirán. No los expropiarán. No
los confiscarán.
No los centralizarán. No los
disolverán. No los suprimirán.
Los ancianiños.
Siguen siendo una amenaza para los
burgueses del mañana.
David Benedicte. Poema extraído de Poemarx
(Premio Internacional de Poesía 'Ciudad de Badajoz' 2012)
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