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miércoles, 4 de diciembre de 2013

YUNQUE HUMANO



Señor, tú lo has querido: En la herrería
me ha tocado ser yunque. Y los brutales
martillos se me clavan con triunfales
picotazos de cuervo en mi agonía.
Coléricas tenazas de piel fría
tienen sed de mis lágrimas mortales,
y aguanto al rojo vivo los metales,
sobre esta cruz de hierro cada día.
Al trato que me dan yo no respondo,
aunque estallan mi alma a martillazos.
Tu voluntad, Señor, aunque me escueza.
Sufro desde la piel hasta lo hondo,
y entre penas y chispas y porrazos
soy un pobre con traje de grandeza.


Luis Álvarez Lencero.

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