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domingo, 21 de septiembre de 2014

A VIRGINIA, MADRE DE DOS HIJOS, COMPAÑERA DE PRIMARIA DE LA AUTORA



Ocupáis tres asientos frente a mí en el autobús que se desplaza
desde nuestro barrio alejado del centro
al centro;
al centro de nuestra localidad minúscula, entiéndase, no al centro de las cosas, no a la esencia misma ni a la materia nuclear donde la vida

bang

donde la vida

se expande y obedece a todos los fenómenos —etcétera— que dicta
la astrofísica. Lo proclaman las asignaturas que rodeábamos porque éramos de letras; lo proclaman los inexpugnables mecanismos que atañen a vocablos tan comunes
como universo, vida, muerte, amor.
Ocupáis tres asientos frente a mí
en la parte trasera del transporte público: el niño a la derecha, en el centro la niña, la madre a la izquierda.

Ahora tú, hija pequeña de Virginia: chándal rosa gastado —igual
que los plumieres de tu madre— con un personaje
que mi edad y condición soltera ignoran.

Ahora tú, hijo mayor de Virginia, intuyo en tu barbilla y tus orejas
los rasgos que heredaste de tu padre, y me pregunto
si Virginia los maldice
—Virginia, ¿los maldices?—
a la hora del baño.

Pero tú, Virginia, tan rubia, ¿lo recuerdas?
Allá donde entonces combatíamos piojos

ahora

bang

ahora

escondemos el tiempo.

Aquí tú lees una revista, Virginia, aquí tú no me reconoces: ¿te sirven los consejos del cuché,
oh tú, tan rubia e inocente?
Virginia, siempre con mi edad y ahora con dos hijos, sin anillo en el dedo, con un bolso colmado de galletas:
Virginia, hijo mayor de Virginia, hija pequeña de Virginia,
años luz          caídos
años luz          quebrados en la comisura de los labios,
cerrad los ojos y pedid un deseo

frente a mí

en el autobús destartalado que nos salva del barrio periférico y nos acerca
al centro, lejos de los bancos en los que los adolescentes beben y las noches golpean los jardines,
cierra los ojos, Virginia,
porque en estos veintiocho minutos de trayecto he pensado en nosotras,
en ti que no me reconoces veinte años más tarde, en tus canas donde la gente que nunca te habló, en tu canas donde la gente
reía y se burlaba.

Cristal del autobús junto a Virginia, espejito de ambas,
tus uñas rojas comidas al fregar los platos, una gota de laca roja en tu dedo anular,
oh Virginia, oh rubia e inocente,
yo he pensado en nosotras,

bang

yo he pensado en nosotras.

No sé si sabes a lo que me refiero.

Te estoy hablando del fracaso.



Elena Medel

De Chatterton (Visor, 2014)

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