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martes, 23 de septiembre de 2014

PUS DE LA MAÑANA




Veo a las muchachas
caminar al colegio con sus faldas hechas de junios y septiembres,
con sus blusas ajustadas por la edad y por el viento.

Esas muchachas sólo llevan poemas en sus libretas
y un novio distinto escondido entre carta y carta.

Son tan risueñas
que los frutos abandonan los árboles para madurar en sus mejillas.

Ellas entenderán algún día mi cadáver,
sabrán que las amé a cada una detrás de mis cutículas
y que les di nombres hermosos cuando pasaban frente a mi ventana,
pero poco sabré tratarlas entonces,
de levantar su corazón más alto que el cielo
o de sostener sus lágrimas para limpiar con ellas mis dientes.

Las muchachas se aburrirán una tarde del colegio
y se volverán estrellas de una esperanza en otra calle.

Entenderán mi cadáver -hogar de esos pájaros que
habrán traicionado al horizonte-.

Ellas volverán a pasar por mi casa
con las lágrimas siempre cálidas
(tal vez con la falda más corta).

Para esos días habré echado mis raíces en otra muerte.

Me haré el dormido si tocan a mi puerta.


Vladimir Amaya
(Tufo, Laberinto Editorial, 2014)

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