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jueves, 16 de octubre de 2014

DE OCHO A CINCO



En su prisa todo vehículo trae el sonido del hambre. 
La avenida extiende su gris como una urgencia
y se pierde en la nebulosa oscura de su ruido.

También yo tuve ocasión de pintarme 
Por la mañana me espolvoreé la cara 
con la vergüenza de saberme nacida. 

La arritmia del tránsito se fuga con mi necesidad de viaje. 
Mi estatura se somete al incierto de la rutina de los relojes. 

De ocho a cinco me pagan para no soñar. 
Pero también de ocho a cinco 
todos los caminos de mi mano van a mí, 
se entregan cuando me extiendo como una equis. 

Por eso hurto en el instante los caminos 
que serán descontados de la nómina. 

Por eso robo contigo que me lees 
algunas horas de mi jornada. 

Alguien me dice que el deber cumplido 
es la suma de mi salario. 
Alguien me dice que la luminosidad del día 
no me pertenece. 

De ocho a cinco escasean los abrazos de mis hijos 
y este escándalo nunca aparecerá en ningún periódico. 
Me esperan y como yo atienden el ruido de los carros 
porque hay uno que lleva la música de mis besos. 

De ocho a cinco no debo escribir 
sobre pájaros que comieron sus alas. 

Lo justo es ofrendar las horas 
y ayudar a construir un mundo ajeno. 

Lo justo es que de ocho a cinco 
ninguna madre pueda proteger a su niña violada. 

Pero algún día todos seremos iguales. 
Cuando el humo no luzca productivo 
o cuando el hambre se coma su  miseria.


Farah Hallal

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