que ladran a la nada
con los ojos ebrios de locura
el ángel demente sostiene
un cartón de vino barato
entre las manos sucias
y dirige el tráfico imaginario
que circula a toda velocidad
por las avenidas caóticas
de su mente derruida.
Entre las aceras frías
el asfalto se desangra.
Rafael Calero Palma, El placer de ver morir a un ángel. Huerga y Fierro, 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario