Muchas veces nos miramos a los ojos.
Intenté no confundir tu mirada con la mía.
Tu privilegio de no ser humano.
Y mi fatalidad irrenunciable de serlo por siempre.
Me angustia la irresponsable domesticación de los otros.
Humanizar lo no humano.
Eso me duele más que te hayas muerto.
También me dolió tu muerte por tu ausencia.
Por mi hijo que pierde a su amigo más verdadero.
Ese vacío de amor sin condiciones
que los humanos no conocemos.
Por tu dignidad de ser sólo un perro
sin pretensiones.
Por el amor que sólo pide una caricia.
y el mundo se convierte en una cola
que revolotea de un lado a otro.
Carlos Martínez Rentería. Polvos blasfemos. Ed. Amargord, 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario