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domingo, 7 de diciembre de 2014

DAZINA






Después la realidad es ese cuerpo
que amaste y sin embargo
como en un rompecabezas
cuyo dibujo final es el sentido
del abstracto,
la cabeza no cuadra.
El mismo cuerpo blando,
como una línea divisoria en la cabeza
está la muerte,
la sangre derramada
a través de los oídos,
ojos de vidrio abiertos,
un títere arrumbado.
No era un juego
aparecer y desaparecer,
se juega fuerte por estar
ahí
como si fuera imposible perder
como si hubiera nada
que ganar.
Después la realidad
es ese cuerpo que falta
en movimiento
coincidente con el tuyo.
El tacto
del amor
no su sentido.
Si ibas venía,
trepaba sobre vos,
miraba si mirabas,
no era un vidrio.
Canicas transparentes
que tiraste a la vereda
como un bolsa de basura,
cruzaste la calle
con ese cuerpo a rastras,
cruzaste una línea para siempre.
Tener o no tener
no son palabras,
estaba
al despertar,
al dormir
estaba ahí.
Tirada
en las baldosas
la cabeza
cayó en tu propio juego
de pensar
y no pensar el vacío
real y el desamparo
sin línea divisoria.
No hay salvación ahora
para el cuerpo,
no hay modo de salvarte
del dolor,
no hay modo de saber
lo que se sabe después
que ha sucedido.
Afuera
no es adentro,
hay un borde de abismo
en el amor que se descuida,
se pierde lo perdido,
no cobija
quien recuerda la casa
por el frío.
Das vueltas, vueltas
y no hay forma
de volver atrás.
Se juega con la ausencia,
se juega a dejar ir
para que vuelva,
para saber qué se desea,
armar un cuerpo en la memoria,
una cabeza que coincida
con nuestra idea del amor.
Y está en los ojos,
se cree ver la propia soledad
en un abismo
real,
se cae en la inconciencia
del peligro,
el vértigo que se imagina
asciende como náuseas.
Después
la realidad conjura ese temor
con lo temido.
Después se vuelve al punto
de partida,
la misma ventana,
el mismo paso como si nada
dependiera del propio movimiento
sino de quien debiera
sostener.
Pero no estabas,
dejaste tu veneno
y ni siquiera en ese acto
hubo intención.
Se juega a proteger
del propio amor,
del propio ahogo se ampara
con vacío,
se cree ver la propia fuga
en la mirada sin retorno.
Un vidrio frágil
separa de la muerte,
una muñeca rota
de pupilas tiesas
te deja ver ahora que el lenguaje
eran sus ojos.
Amar también es entender
que hay una línea divisoria,
un reino animal que llega hasta nosotros
con su manera silenciosa
de amar estando
ahí.
Y si no está
mejor es que no exista.
Dejamos caer como nos dejan
los dioses frente al cielo.
Aparecer y desaparecer
de uno en uno
mismo,
estás ante la puerta
esperando
escuchar ese sonido,
ver la forma,
sentir lo que no hay modo
de volver a sentir.
Perder lo que se tuvo
no es lo que se imagina
haber perdido
y no se tuvo nunca.
Como en un juego de errores
la diferencia es en el fondo
la inversión de la escena,
la línea divisoria de ese espejo
es nuestra forma,
después
la realidad es el abismo
de una ausencia
real.
Se cae en la cuenta,
la ausencia presentida es el reverso
del acecho
o viceversa,
quien espera no ve
los cuerpos cuando están
ahí.
Una cornisa
al borde de la casa.


Susana Villalva. Animales entre animales. Raspabook Ed. 2014
Pedidos: http://www.raspabook.com
Fotografía de Juan Sánchez Amorós.



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