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martes, 16 de diciembre de 2014

EL CASTIGO DE LOS SUICIDAS

                
La gravedad bostezaba precisa su rutina. El suicida atrave-
saba la planta 37 en 0,24 segundos, exactamente el mismo
tiempo que tardaría un ladrillo o una pluma si no tuvié-
ramos en cuenta el rozamiento. Sus ojos buscan por todas
partes esa vida en fotogramas que Hollywood tantas veces le
había prometido, pero nada.

    Aparece un ángel. Algún optimista querría confundirle
con el ángel de la guarda. Piso 23, ya sólo 0,18 segundos.
Movimiento uniformemente acelerado. El suicida ya murió
cuando hace 3,57 segundos decidió saltar. El ángel no puede
hacer nada, sólo acompañarle hasta el final. Si al menos hu-
biera un túnel con una cegadora luz blanca.

    El ángel le pregunta por qué saltó. Piso 8, 0,11 segundos.
El suicida recuerda que desde el piso 21 ya no recuerda el
motivo de su suicidio. Sólo sabe que era necesario. Piso 5, el
ángel le pregunta quién es. Desde el piso 15 no sabe quién
es. Sólo cae. Piso 0, el suicida cierra los ojos y sólo es un niño
que no quiere irse tan pronto a la cama. Piso -2, 3,2 siglos, el
ángel reprende a la gravedad por su comportamiento irres-
ponsable. Piso -23, el ángel se olvida del suicida y comienza
un tristísimo devaneo intelectual sobre la impenetrabilidad
de la materia. Piso -1975, la lógica y la dialéctica son unas
mandíbulas que mastican una pasta formada por un ángel y
un suicida tatuado de números y complicadísimas fórmulas
gravitatorias.


Ramón Santana. Presupuesto sin compromiso. Ed. Baile del Sol, 2014





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