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jueves, 30 de abril de 2015

5 poemas de SUICIDAS, HOMICIDAS Y OTRAS PERSONAS NORMALES de SANTIAGO AGUADED LANDERO



HIMNO DE LOS SUICIDAS


La muerte no necesita
abrir ninguna puerta.
Llega y basta.
LFC

I

en el umbral

de esta puerta

en el límite del miedo

llevo su rostro
llevo tu rostro
entre mis huesos
y mis sueños.

que siempre me has acompañado
por el mar de la muerte
intentando seducirme
y que abriese la puerta
como si fuese la única tarea
que merece la pena
el verdadero sentido del combate
y sin embargo
me entregas llaves inútiles.

Hermana muerte,
yo, simplemente quiero,
pero tengo miedo, mucho miedo
y esta llave que me has dado
abre puertas en el muro
pero también
mata
a la Muerte.
 

IV

he de negarte
tres veces en este umbral
para que de nuevo aparezcas
en la próxima esquina
a este cuerpo cansado
a estos ojos vacíos
tu mirada me engañará
tendrá los mismos ojos
de mis amantes muertos
mirada amarga e inmóvil
del horizonte tardío
que se consume a sí mismo
para dejar de existir
porque lo que muere eres tú
Muerte
dividiéndote
debilitándote
frente al dulce seno adolescente
frente al vientre azogado en el volcán
frente a la carne de soldados libando raíces
frente al terror incólume de las estaciones
repitiéndose
en este solar solitario
en esta llamarada de papel
donde el poeta encierra su eternidad
de mujer de hombre
pero quién confía
en la miseria
que convive con el miedo
a la ruina
con la orfandad deslizándose
entre las piernas…


EL SACRIFICIO DEL CARNICERO

...soy
un dios pagano
un dios que nada crea
sólo transforma vida en carne
dios en el templo del sacrificio
tumor de mi angustia
dios de carne
      que aplasta cráneos y huesos
para fabricar harina
que alimenta a dioses muertos:
mas en realidad soy menos Dios
que carnicero
un “boucher” emperador
que reflexiona el Ser
mientras el puñal
secciona la duda
del cordero que resiste
con la garganta
desnuda.

EL HAMBRE

pero también soy dios
preso de la economía
de dioses mayores
más poderosos
dioses que controlan el hambre
y la enfermedad del mundo.
Cuando contemplo los huesos
desnudos
de los que viven en ruinas
no es compasión
lo que siento
sino ganas de comer
devorar más televisión
ir al templo del comercio
para ofrecer sacrificios
inmolar mi cuerpo:
un sepulcro obeso
alimentando por mujeres
manchado de pecado
en las manos
en la cara
en el ojo.
Abro la puerta
y aunque hoy ayune
mañana volveré al trabajo
al terror de las vacas locas
al horror del chillido del cerdo
a la culpa del negro del suburbio americano
al pánico del niño en la fábrica de zapatos Reebok.
Mañana usaré de nuevo el cuchillo
la pistola eléctrica de cerebros
la hegemónica violencia
para que mis hijos
tengan luz, pan
y almohada.


V

... y en el muro de la muerte
el mayor castigo sería
saltar
volver
resucitar
como Lázaro
furioso
porque su cuerpo
está de nuevo
en el infierno
entre asesinos
que tienen que morir
confesar
perdonar
a los que cuentan monedas en el templo
y lanzan desaparecidos al mar de Videla
a los que inyectan plutonio en las venas de indios enfermos
y dictan ordenes suicidas en guerras de trincheras
a los jefes del imperio que lanzan bombas inteligentes
y dominan la técnica del eufemismo
y sólo por obstinarme en seguir el camino
errado el camino del campesino
que devuelve a la tierra
estiércol
ídolos de oro
dioses de barro
huesos de muertos
caídos en el campo
eterno, el de la lucha que no cesa
la del subcomandante enmascarado
la del pueblo árabe o africano
¿por eso habríais
de condenarme?
a nadie se le prohíbe
enterrar a sus muertos:
¡dejad que los zombis
sepulten a los suyos! 



Santiago Aguaded Landero. Suicidas, homicidas y otras personas normales.  II Premio de Poesía Autores Premiados. 2014
Fotografía de Juan Sánchez Amorós

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