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sábado, 4 de abril de 2015

PODER O NO PODER

  



  Sí se puede –pero sé que debo desconfiar de esa infantilizadora cultura del positive thinking que trata la voluntad humana como un motor de combustión interna cuyas revoluciones tienen que aumentar más, más, siempre más.

Sí se puede –pero la complacencia de quien se goza en su propia potencia es ya la antesala de la injusticia.

Sí se puede –pero hay situaciones en que, aunque se pueda, no deberíamos desear poder.

Sí se puede –pero el voluntarismo que se niega a tomar en cuenta la realidad no equivale a la esperanza que se niega a desconocer lo necesario imposible.

Sí se puede –pero hay algo vil en nosotros que desea devorar al adversario, y cuando eso no es posible, se complace en ser devorado por él.

Sí se puede –pero demasiado a menudo engañamos a los nuestros, traicionamos a las compañeras y compañeros, nos dejamos caer en lo peor.

Sí se puede –pero los dominadores construyen pirámides para emparedar la humanidad de los seres humanos, y con la aquiescencia al atroz monumento –así se presente en sus variantes posmodernas: el centro comercial, el rascacielos, el aeropuerto, el museo— dimitimos de nuestra humanidad.

Sí se puede –pero una de las peores formas de poder de nuestros adversarios es infectarnos con el deseo de dominación, de manera que permanezcamos uncidos a la terrible rueda que no cesa de aplastar seres humanos.

Sí se puede –pero afiliándome al enemigo de mi enemigo comprometo la legitimidad de mi causa, y finalmente me derrumbo en un embarrado corral de indignidad.

Sí se puede –pero cuántas veces nos intoxicamos de poder y, cediendo a una deriva evitable, nos convertimos en administradores de la crueldad.

Sí se puede –pero es la fuerza de quienes son capaces de reconocer su impotencia, y la de quienes son capaces de renunciar a la dominación, esa fuerza es la que puede liberarnos de los ávidos cuarteles de la masacre.

Sí se puede –pero hace falta más valor para reconocer la impotencia que para aplicar la fuerza de nuestras manos enrojecidas.

Sí se puede –pero cuando no se puede, lo terrible no es ser vencido, sino perder nuestra humanidad en ese lance.

Sí se puede –pero además de reaprender a caminar, bailar y correr, tenemos que aprender a caer.

Sí se puede –pero no hay deshonor en ser derrotado por un enemigo mil veces más poderoso que nosotros, cuando uno peleó hasta el límite de lo posible, y se negó a arrodillarse para recibir el golpe de gracia.

Sí se puede –pero recuerda que eres mortal.

Sí se puede –pero en muchas ocasiones no se puede, y lo importante, entonces, es no dejarse quebrar.


Jorge Riechmann, julio de 2013
Publicado en la antología Marca(da) España, Amargord, Madrid 2014, p. 90-93.

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