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lunes, 9 de noviembre de 2015

AUTOCONSTRUCCIÓN XV (fragmentos)




Nuestra sociedad proclama constantemente que cualquiera puede conseguirlo sólo con esforzarse lo suficiente, mientras refuerza a la vez los privilegios y ejerce una presión cada vez mayor sobre sus agobiados y exhaustos ciudadanos. Cada vez hay un número mayor de personas que fracasan, se sienten humilladas, culpables y avergonzadas. Siempre se nos dice que tenemos mayor libertad que nunca para elegir el rumbo de nuestra vida, pero la libertad de elegir fuera del relato del éxito es limitada. Además, a los que fracasan se les juzga como si fueran perdedores o gorrones que se aprovechan de nuestro sistema de seguridad social.

La meritocracia neoliberal querría hacernos creer que el éxito depende del esfuerzo y los talentos individuales, lo que significa que la responsabilidad reside enteramente en el individuo y que la autoridad debería otorgar a la gente toda la libertad posible para alcanzar esta meta.

(...)

Nuestra presunta libertad se vincula a una condición central: debemos tener éxito, es decir, “hacer” algo de nosotros. No hay que buscar los ejemplos muy lejos. Un individuo altamente cualificado que pone la crianza de los hijos por delante de su carrera será blanco de las críticas. De una persona con un buen puesto que declina un ascenso para invertir más tiempo en otras cosas se piensa que está loca, a menos que esas otras cosas garanticen el éxito. A una joven que quiere ser maestra de escuela primaria le dicen sus padres que debería empezar por hacer un máster en Económicas. Una maestra de primaria, ¿en qué estará pensando?

(...)

[1] Antes de esto se hallan, claro está, las propuestas pedagógicas. Y ciertamente es importantísimo intervenir con tino en los procesos de socialización y educativos, pero: a) eso rinde frutos en el medio plazo, mientras que hoy hacemos frente a urgencias inmediatas; y b) por añadidura, el gobierno de liquidadores que tenemos la desgracia de padecer está empeorando francamente la situación en ese terreno (como en otros)… Botón de muestra: la laminación de las enseñanzas filosóficas en la “ley Wert” o LOMCE que ha entrado en vigor en 2014. Como decía un comunicado de la Red Española de Filosofía, “es el recorte más brutal que sufren los estudios de filosofía en toda la historia de la democracia española”. Precisamente cuando nos haría más falta formar a las nuevas generaciones en el espíritu crítico, la autonomía moral y la racionalidad anticipatoria ¡la reforma educativa del Partido Popular se lleva por delante las materias que tienden a favorecer esas capacidades!

                Una vez nos hemos forjado en los procesos de socialización primaria y secundaria, yo diría que la única forma de que se “rompan” y recompongan las subjetividades (por ejemplo, de manera que las actitudes prosociales y altruistas se fortalezcan frente a las egoístas y cortoplacistas) es participando en “buenos” movimientos sociales, sobre todo movimientos en su fase ascendente, esa que a veces se ha descrito como una especie de “enamoramiento colectivo”. Y por “buenos” movimientos sociales yo entiendo: movimientos de supervivencia y emancipación. La sacudida que el 15-M propinó a la demasiado pasiva y miedosa sociedad española fue en ese sentido de enorme valor.
                Decía en una entrevistael director de cine Patricio Guzmán: “Nunca dejaré de amar la felicidad colectiva que se vivió con Allende, cuando todo un pueblo salió a la calle por primera vez en su vida, cuando los pobres invadieron el centro de la ciudad y lo celebraron con música y reuniones, un éxito nunca soñado nunca por nadie. Fue un estado de enamoramiento colectivo, un movimiento legal, sin armas, aplastado por un golpe de estado absolutamente desproporcionado. Cayó sobre nosotros el poder de todo un ejército con el apoyo económico norteamericano y acabó con la democracia más larga de América Latina”.

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Cuando al final aparece Auschwitz como modelo para la selección, no queda ya ninguna respuesta política. Probablemente sólo exista una respuesta religiosa. El problema de esta civilización es que no tiene ninguna alternativa a Auschwitz. (...) También en Walter Benjamin es un tema recurrente: el socialismo o el comunismo o cualquier otra utopía no tienen ninguna oportunidad si no ofrecen una dimensión teológica.”

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¿Cómo permanecer más o menos cuerdo en un entorno económico-político y sociocultural que es, no ya la irresponsabilidad organizada, sino la demencia santificada? Creemos que hay tres claves. La primera es no agriarse el humor: no dejar de reír, seguir siendo capaces de sonreír y reír. La segunda es ser capaz de seguir luchando desde posiciones minoritarias. ¿Que estoy en una minoría del uno por ciento? Bien: ¿y qué? ¡Bienvenidos al combate...! La tercera y fundamental es construir comunidad.


La vida ¿tiene vida para todos?

Pero nuestro temor es que, en el siglo malthusiano que es el nuestro, cese antes la construcción de bicicletas que la de kalashnikovs.

La muerte tiene muerte para todos, constata el poeta y traductor Paco Uriz, y pregunta: ¿tiene la vida vida para todos?

¿Qué podemos hacer ante la muerte? Esencialmente, crear y amar. Es lo que se trata de seguir haciendo.

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Seis decenios después, el mundo está sumido en una transformación aún más peligrosa, y nuestras perspectivas de “mejorar nuestras posibilidades de supervivencia” –en la era del declive energético, las escaseces malthusianas de materiales, la hecatombe de biodiversidad, el calentamiento climático, las nuevas tecnologías militares (desde los drones a los ciberataques contra instalaciones industriales básicas), el internet mercantilizado y la mutación antropológica que va creando sujetos donde se combina “el máximo sentimentalismo con la máxima indiferencia” (Santiago Alba Rico)--, nuestras perspectivas son más sombrías que nunca. Como escribe el autor (o la autora) del blog Camino a Gaia, en la época que se avecina

 Lo que hace inevitable el desastre es que no hagamos nada por evitarlo.


Fracasar mejor

Dicen que Winston Churchill dijo en cierta ocasión que el éxito consiste en avanzar de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. Ampliemos: fracasar mejor (Samuel Beckett)[2] es avanzar de un fracaso al siguiente sin perder la alegría, la compasión, la combatividad, el humor y el gusto por aprender.

Uno diría que los dos valores máximos son el florecimiento de la vida y la pacificación de la existencia. 


Jorge Riechmann. Autoconstrucción. La revolución cultural que necesitamos. Ed. Catarata. 2015












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