En
el espejo el rostro
de
mi madre que es
el
mío en edad
tergiversada.
Y no
es cierto el rostro que refleja.
Un
poniente voraz quema
los
hoyos que la voz y la espera
han
excavado.
Pozos
de contenido irrelevante ahora.
No
hay nada que decir
sobre
este rostro.
No
hay verdad y no hay huellas
–
¿quién mintió?
Hay
reflejos aquí de acuosas confusiones
y
rocas que los ojos han minado
-sea
este polvo arcilla
de
tu vientre, madre.
Pero
no queda nada.
Trashumante
el cariz
de
las imágenes.
El
fondo es una fuente ya agotada
que
tiende a su humedad inagotable.
Un
zumbido de aire que no
ataca.
Sutil revoloteo
de
signos
que
se elevan.
Un
velocista tenso cruza la herencia viva de estos ojos.
Lola Andrés. Cielo liquido. Ed. Amargord, 2016
Foto de Juan Sánchez Amorós
La edad nos pasa factura en todo momento, aún cuando no nos damos cuenta de ello.
ResponderEliminarSaludos
J.
y sin embargo, como decía Lorca, "yo siempre tendré los ojos jóvenes..." Un abrazo amigo!!
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