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viernes, 27 de mayo de 2016

PAPA WAS A ROLLING STONE




¿Qué se puede hacer con un niño, si no bebe?
Humphrey Bogart

Cuando finalmente renuncie
a todos mis principios y embarace
a la mujer que amo pese a todos
mis juramentos, mis votos al diablo
y la constancia en pasarme el móvil
por los genitales desde los veinte años,
prometo no ser un padre horrible:
levantarme alguna vez si El Engendro
llora, levantarle del suelo
tras una caída, levantarnos
los castigos tras una trastada,
dejar el filtro familiar desactivado
y pasarle la ITV cuando el organismo
pertinente lo tenga estipulado.

Incluso, si no queda más remedio,
prometo atender a su madre,
la mía o algún tutorial de YouTube
que explique sin pegar demasiadas broncas
cómo se supone que funciona el cachivache.

Juro leerle en la cama, incluso
sobrio y no siempre versos míos.
Prometo intentar escuchar al grupo
de mierda que le vuelva loco
durante su adolescencia. Callarme
algunas de mis opiniones al respecto.

Juro por la gloria de mi madre
y por la madre que lo habrá parido,
darle un beso cuando me traiga
un gin-tonic, aunque esté poco cargado,
encargarme de que vaya a ver a sus abuelos
más de lo preciso. Enseñarle quiénes
fueron ellos y sus bisabuelos
y Gabi, Godín, Pantic y Kiko
y por qué debemos adorarles.

Cantará el himno como que hay un Dios.

Le inculcaré santificar las fiestas
y los corners al punto de penalti
o los despojos en los que va a verme
convertido más temprano que tarde.

Me esforzaré en instruirle a contemplar
los escotes sin descaro y a mentir
a su madre tan bien como yo mismo.




 Víctor Peña Dacosta. Diario de un puretas recién casado. Ed. Liliputienses, 2016


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