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martes, 7 de junio de 2016

TODO ES DE COLOR



TODO ES DE COLOR
Gonzalo García Pelayo (2016)




Uno de mis deseos de este 2016 se ha cumplido. Desde que vi el tráiler de la película TODO ES DE COLOR soñaba con poder verla, lo que no podía ni imaginar es que sería el propio Gonzalo García-Pelayo el que me iba a abrir las puertas de su cine particular para que mi sueño se hiciera realidad.

Conozco la obra de Gonzalo desde hace muchos años pero la persona se me había demorado hasta este fin de semana que hemos compartido mesa en la Feria del Libro de Mérida y, por una vez, persona y obra me han parecido que coincidían en grandeza intelectual, humildad personal y fecunda creatividad, algo que viene demostrando desde hace muchos años, y que repite en este film, TODO ES DE COLOR, donde se rinde un homenaje a una manera de ser y estar en el mundo que Gonzalo encarna en el mítico grupo de rock andaluz Triana, cuya presencia y cuyas canciones van dando forma, dialogando con la filmación, estructurando una narración que, a pesar de ello, se escapa y expande por los múltiples recovecos de la película, como expresión lograda de lo que ha sido siempre su cine: libertad, cercanía, frescura, pasión e irracionalidad al servicio de belleza.

Gonzalo, que vivió y dio vida a la cultura y la música del sur, podría haber hecho un documental al uso, medios y conocimiento tiene para ello y, sin embargo, nos sorprende a todos con esta propuesta vitalista que nos zarandea y nos invita a los simples mirones a emprender nuestro particular viaje del héroe, un viaje que llene nuestras vacías vidas de sentido y experiencia, de gozo y de pasión, del amor y la belleza que está a raudales en TODO ES DE COLOR.

Para ser una película llena de vida, la cinta arranca, paradójicamente, en el cementerio, rindiendo homenaje a los dos componentes ya desaparecidos de Triana, mi primo Tele, Juan José Palacios Orihuela, y Jesús de la Rosa; y pasará por los cuatro elementos hasta llegar al mar, desde las escenas telúricas de los campos de molinos de viento en La Mancha, al fuego y el agua del atlántico, punto final de este road movie, esta película iniciática donde todos los personajes se mueven al ritmo de las canciones de Triana, con moto, con música, con corazón, con sexo, con enteógenos, pues la película es un viaje dimensional que consigue, gracias a la magia del cine, plegar todos los tiempos y atravesarlos para que el espectador los contemple todos juntos, superpuestos, porque la vida no cesa, continúa y se renueva por encima de los lugares hecha pasión, música, baile y fuego.

TODO ES DE COLOR impacta, sobre todo, porque en un mundo donde nos hemos acostumbrado a tratar a los demás como objetos, los personajes que retrata son todos de una calidez que estremece. No es solo esa frase pronunciada en el cementerio, ante la tumba del vocalista de Triana, “Jesús, te queremos”, es que toda la cinta es una demostración de cariño sin igual entre todas las personas que salen en ella, y que tienen algo de banda, de colectivo difuso, de iguales imantados por una forma muy especial de entender la vida, pues son, como dice Natalia Rodríguez en ella, gente que va huyendo del frío, personas que buscan una verdad y la realidad de su experiencia los coloca una y otra vez ante la Belleza como sentido completo de nuestro estar en el mundo. No otro era el mensaje de Triana, ni el de esta película colectiva, donde tampoco importa mucho no saber quién es Triana y pasar de largo sobre el fenómeno Triana y quedarse al margen, en esa interpretación absoluta del extrañado, del ajeno, que hace Jorge Cadaval, en esa profunda enseñanza que nos brinda la película al querernos decir que no hay búsquedas mejores que otras, más transcendentes, que lo importante es la voluntad de existir, de gozar de la vida, del sexo, de la unión y los fluidos, porque el amor es el motor del universo y la música de las esferas no termina ni empieza en Triana, aunque haya mucho de ella en ese canto colectivo que todavía resuena en la Alameda de Hércules.

No creo que se haya hecho jamás una película coral y colectiva como ésta marcada por el amor, las muestras de afecto, la música armonizada de los que aún saben dónde está el lago (Gualberto, Raimundo, tantos otros) y, sobre todo, marcada por la luz que irradian todos y cada uno de las personas que salen en ella a hacer de sí mismos, acaso el papel más difícil que hay en el cine, esa luz de la que hablaba Jesús de la Rosa, la luz que todos llevamos dentro y que en TODO ES DE COLOR desborda los cuerpos, más allá del tiempo, en ese instante fijo de la gloria del ser, del vivir en el ahora, sin nostalgia del pasado, porque como dice Javier, el pasado ya no lo comimos, lo mejor siempre viene al final, hay que tener nostalgia del futuro.

TODO ES DE COLOR habíamos dicho al principio que es un homenaje a una manera de ser y de estar en el mundo, y cualquiera que se haya movido por los lugares del alma que Gonzalo retrata sabe que es así, algo habrá en el faro de Trafalgar que alumbre los corazones con esa calidez, con ese latido, con ese ritmo de la sangre que con tanta claridad supieron fijar los Triana en sus canciones.


Antonio Orihuela


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