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domingo, 10 de julio de 2016

2 poemas de BERNARDO SANTOS en Voces del Extremo: poesía y raíces




FUIMOS NIÑOS

Fuimos niños y eso es inevitable.

Llevamos los huesos a su longitud,
dimos forma a las proteínas,
hicimos el milagro de la bipedestación,
dijimos la palabra y empuñamos la herramienta,
trazamos las lindes del cuerpo y otras pirámides
y absortos del mundo, iniciamos.

Lo que nunca acabará se puso en marcha,
vientos y magma repetidos en cada cual, Adán gregario.

Fuimos niños y eso es inevitable, para poder evocar.

¿Quién soy? es algo que busco en quien fui.
Más aún, en quién creo ahora que fui,
pues quien realmente fui es imposible saberlo
como es imposible conocer el campo sin paisaje,
como es imposible conocer momento y posición al mismo tiempo
como es imposible una niñez sin artefacto.





YO FUI TESTIGO


Visconti

Yo me hice niño en las calles de Santa Cruz, el Arenal, San Vicente o la Judería. Yo jugué en sus adarves, corrí por sus aceras. Me resguardé en los patios de sus grandes casas.

Yo fumé en sus bibliotecas. Vi los lienzos de sus antepasados y tapices. Yo estuve en el salón de visitantes y en el estar de los niños. Arriba en invierno y abajo en verano. Las camas con dosel, las  bañeras con patas, los pasadizos, las magnas escaleras.

Yo hurgué en sus trasteros. Sus baúles, las ropas antiguas, objetos inservibles, los uniformes y las armas. Y en la humedad del garaje la Cota 174, la Enduro. También el Reanult 5 y el Mehari de los hermanos mayores.


Bergman

Yo pronuncié sus largos apellidos como un abracadabra. Yo soñé con ellos, con sus veranos en Puigcerdá o en Sotogrande, con sus pistas de tenis, con sus casetas de Feria, donde sus madres en flor llamaban incesantemente a mi deseo.

Yo fui testigo de la lentitud del tiempo entre manteles de hilo y bizcochos recién hechos. Yo evoqué el deseo y dibujé falsos futuros ante las fascinantes chimeneas. Yo vi la complicidad de mayordomos, amas y porteras.

Yo vi como las adolescentes de Virgen de la Antigua abrían sus piernas dulcemente si se trataba de ellos. Como follarse o no a aquellas vestales en uniforme de colegio era una cuestión de apellido y patrimonio.

Yo vi el placer en sus ojos y oí los susurros y gemidos. Yo vi sus bellos cuerpos, su seducción, su elegante manera de correrse.


Bertoluci

Pero yo vi también su displicencia, su vanidad, su impunidad. Yo vi la suciedad que afloraban en las pequeñas vírgenes de usar y tirar. Yo vi la carne desgarrada.

Yo lo vi. Yo vi como el hijo del conde pegaba con la fusta a su gañán en un cortijo. Yo vi a la cocinera morir de vieja en casa ajena y vi como medraban en esos colegios privados en los que nuestros padres quisieron que medráramos.

Yo vi el horror en la primera fila. Yo vi como aprendimos a mentir, a sostener la doble cara, la doblez del alma, a endurecer el ojo, a descartar la ternura, a ignorar la sangre derramada. Yo vi cómo nos enseñaron a que lo blanco es negro y que lo negro es flaco, si interesa a ello, si el riesgo es alto.

Yo vi como la sordidez habita los palacios, como apestan los terciopelos y las sedas, como habita la crueldad en cuerpos bellos, como mata la estirpe, como el tiempo no arregla nada, como es fácil engañar al ojo una vez, pero es difícil envolver el hedor en los salones.




Bernardo Santos.  En Voces del Extremo: poesía y raíces. Ed. Amargord, 2016

1 comentario:

  1. Magníficos versos. Enhorabuena. Gracias Antonio por pulbicarlos. Son sugerentes y directos al mismo tiempo. Un saludo desde Badajoz.

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