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domingo, 3 de julio de 2016

dos poemas de FIEBRE Y COMPASIÓN DE LOS METALES de MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ




[La sinagoga]

La sinagoga convertida en matadero,
el pan en estropajo, el Nilo en sangre,
la campana en gemido del ganado,
los libros en ceniza y herradura.

El agua convertida en vidrio enfermo,
la pared en sudor y reservorio
donde tiemblan cordero y matarife,
la sala de oración de las mujeres
en despensa de carne desollada
que gotea despacio su temor.

Y la llave, expulsada de su puerta
–el dintel ojival que abría el mundo–,
expulsada también del yunque ronco
y la herida esponjosa en la que el barro
arrancó su carnaza y compasión,
arrojada a su veta de metal,
carbonato insoluble, enfebrecido
que escribe soledad en otras lenguas.

Umbrales de la llaga. Cerraduras.

                   en Valencia de Alcántara
en la diáspora





[Hocico]

Contra el caliente hocico de los perros
se alían los rastrojos y los cables
de la grúa que sueña con ser pájaro
y reclamó la altura y el color.

En el suburbio enferma la estrechez,
ladrido que se lanza tras el viento
y el nerviosismo de las lagartijas.
Escapan las manadas de gacelas
en la imaginación del abandono
y las radiales rompen las baldosas
como si fueran cuerdas de violín,
venas uncidas hasta el corazón
o el tallo de las flores que se imponen
con su fuerza minúscula y tenaz
al áspero enlosado de cemento.

En el paisaje gris del desamparo
los niños y cacharros de los parques,
piedritas y columpios de metal
exigen, con su amor, no ser heridos.



                  
María Ángeles Pérez López. Fiebre y compasión de los metales. Ed. Vaso Roto, 2016

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