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viernes, 14 de julio de 2017

HORMIGAS Y CIGARRAS



Me preguntas, a veces, que cuál es mi trabajo
cuando alguien nos presenta en un bar o en un sueño.
Guardo rayos de sol para los largos días
del invierno oscuro. Ése es mi trabajo.
El frío invierno de la tierra en silencio.         
Te miro a los ojos. Soy un poeta humilde
en el tiempo del vaho, una cigarra en armas.
-¿Ya, pero en qué trabajas?
Soy cantante de mornas en un club de Alaska,
soy nubepensador, payaso de hospital.

Cuando me ves mirar las laderas sembradas
de amapolas heridas y lirios de mantequilla,
recojo los colores para el invierno gris.            
Cuando me ves dormido soñando con serpientes,
con un ojo abierto y el cielo entre algodones,
estoy recolectando palabras luminosas,   
pues el mundo ha perdido asombro y emoción.   
Son tan fofas las manos, tan huecos los abrazos,  
que podríamos quedarnos sin versos y sin cuentos    
cuando se nos agoten los mitos, la gramática,
las nueces, el maíz… Y las primeras nieves     
nos encojan los sueños y congelen la boca
de las viejas palabras. Los sueños en formol.

Me miras e insistes. -¿Y cuál es tu trabajo?
Cierra los ojos, siente su aliento de oro,                
te mandaré los rayos y la magia del sol.
Cierra los ojos, voy a hablar de colores:
Los índigos azules, las rojas caléndulas,                  
las pervincas azules, genistas amarillas,
el verde de las hojas por el que me respiras.

Cierra los ojos, niña, si no quedan palabras
que echarse a la boca desde el corazón,
pues quien guarda misterio nada tiene que dar.

Ah, acabáramos, tú eres un poeta,
eres el que nos pinta con las viejas palabras,
eres el que nos hace con palabras vibrar,
el que pinta de olores nuestra imaginación,
el que sueña despierto para hacernos sentir
la belleza más viva que la vida mismísima.



Ángel Petisme. El faro de Dakar. Ed. Renacimiento, 2017

1 comentario:

  1. ...siempre esperaba que la bibliotecaria
    me dijera: “que buen gusto tiene usted,
    joven.”
    pero la vieja
    puta
    ni siquiera sabía
    quién era ella,
    cómo iba a saber
    quién era yo.

    Charles Bukowski

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