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viernes, 28 de julio de 2017

MANOS DE ESPEJO



Todos los turistas pasamos de largo por aquellas calles estrechas y empedradas. Caminábamos esquivando tablones repletos de zarzillos brillantes o de exóticas frutas o de pañuelos de colores que, ayudados por la brisa, pintaban de color y azar algún rayo de sol. El olor a especias empezó a enredar mi memoria y me alejó del gentío que entraba y salía de callejones y comercios. De repente, alguien me tocó ligeramente la espalda, y al darme la vuelta estaba ahí, a un palmo de distancia, mirándome fijamente. Unos iris marrones y gitanos me penetraban como lanzas.      
-¡Venacá rubio!, no te asustes. Déjame que te mire esos ojos, que yo tengo un don y puedo decirte la buenaventura…
Cogió mi mano tan solo con la yema de sus dedos. Me quedé bloqueado y el instinto no opuso la resistencia habitual. Tan sólo acerté a decir con timidez: no tengo dinero…
Pero ella con un susurro me mandó callar. Su dedo índice empezó a deslizarse suave por cada una de las líneas de mi mano. Su caricia recorría mi sien.
-Veo una vida muuuu larga… y una salú de hierro. ¿Ves este triángulo de aquí? Esto es señal de buena fortuna… Y este surco tan marcado dice que eres el señor de tu propio destino... Esta otra línea es la del querer… tú sabes amar y, lo que es más difícil, sabes dejar que te amen y...
De golpe dejó de leer mi mano, parecía sorprendida por un hallazgo. Levantó la mirada en silencio y me miró con dulzura. El tiempo se detuvo. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude preguntarle: ¿Y ya no ves nada más?
Entonces ensanchó su sonrisa, se apartó el pelo de la cara, se acercó más a mí y me confesó: Sí, he visto mi futuro.


Alberto Molina. En: Anuncios x Palabras. (Audio-libro y taller de microrrelatos del IES Tamujal de Arroyo de San Serván). Ed. Baile del Sol, 2017

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