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jueves, 17 de agosto de 2017

4 poemas de FOLIOS DE AGUA de JOSÉ LEÓN ACOSTA




Yendo a la Punta por la carretera,
pasado el cruce, después de la torre,
murió una muerta.
Era una muerta de afuera.
Poca gente sabía quién era
y nadie entendió que en esa recta
que va de la torre a lo del Tarrán,
en esa recta donde no hay nada,
quitando un caballo comiendo yerba,
perdiera el control del coche la forastera,
diera dos vueltas de campana
y se machacara la cabeza.

Dejó su sangre y un mechón de pelo rubio
en el alquitrán de la carretera.

Desde entonces,
desde aquel vespino de mi adolescencia
que se quedaba sin gasolina hecho una bicicleta,
pedaleando a oscuras por esa misma recta,
todas las noches que he pasado yo solo
ha vuelto el escalofrío de su presencia.

Como esta noche,
que he mirado por el retrovisor para ver si ella
estaba finalmente en el asiento de atrás,
mirándome en silencio.

Esta noche su fantasma, una vez más,
me ha hecho revivir su vida intermitente de muerta
y me ha pedido que la acepte como es,
que la quiera como se quiere a las muertas.

Le he dicho que sí en voz alta
cuando iba ya por lo de Enriqueta.
Le he dicho que se viniese conmigo a la Punta
para escribirle en su sábana un poema
que durase el tiempo que sopla el viento
sobre los retamales de Canela.


****


El otoño del día de la patria,
para celebrar la vieja grandeza de España,
vamos a arrebatarle a Portugal
el imperio de las toallas y las sábanas,
el humo del pulpo seco asao,
el café y o menino da lágrima.

****


En la mar de mi pueblo, en el invierno,
el agua es de color marrón
y la arena de color canela,
pero la espuma es clara,
está siempre arriba
como el entusiasmo que salta
por la espalda de los días.
Es más leve y sube,
va y viene y no se cansa
y en el aire se funde y desaparece
como el ángel de la guarda.


***


Cuando la noche cae
acribillada de estrellas,
lentamente,
se derrumba el paisaje
sin ruido.

Cuando la noche cae,
levanta el faro los brazos
en su túnica de luto
y empieza a danzar sin música,
sin parar,
como un derviche.

Cuando la noche cae,
el faro apunta
y dispara su cadencia
sobre todo lo perdido,
la isla entrega su cadáver tendido
sobre la playa,
cuelgo mi vida en su percha
y me desnudo sin palabras.

Cuando la noche cae,
soy un intruso
vencido sobre mi cama.
La luz del faro sigue rodando
y entra por la ventana
en el velatorio de mi cuarto.

¡Amigo, qué fatiga,
hasta que sale el sol no para!



 José León Acosta. Folios de agua. Ed. Wanceulen. 2017

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