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sábado, 2 de septiembre de 2017

CUATRO POEMAS DE FERRAN AISA DEL LIBRO “EL RAVAL DE BARCELONA”




BALADA AL PERFUME DEL BARRIO

Me seducían los aromas viejos del barrio,
los geranios que colgaban en los balcones,
el perfume de las bolas de alcanfor en los armarios
que mataban el misterio de las polillas
y el secreto de las cartas de amor
enviadas desde campamentos militares
que escondían las chicas cándidamente.
Todo era un misterio perdido en un rincón barcelonés,
el olor de las sábanas limpias tendidas en la azotea
y el secreto de las bragas blancas de la vecinita
que me mantenía enganchado en el balcón.
El sonido que hacía el colchonero con las varas
cuando golpea que golpearás la lana,
el olor de pintura nueva de las persianas verdes,
el vaho de los adoquines mojados,
el estiércol de los caballos que la abuela nos hacia recoger
para hacer más hermosos los geranios del balcón,
la peste a vaca que desprendía la Granja Canigó,
el aroma a hierbas milagrosas de Nuria
en la tienda del señor Peret,
el color de azafrán del ultramarinos
del viejo colmado del señor Ton,
la frialdad del hielo en la bodega de los Pons,
el olor a chocolate de la pastelería Queralt,
el perfume de colonia barata de Casa Herminia,
el prurito del café Tupinamba,
la canción del Colacao
que sonaba antes del cuento
del programa Tambor
de Radio Nacional de España.
Poco después llegaba el rock and roll,
con las canciones de Bill Halley
y una balada de amor de Elvis nos hacía temblar
con el perfume a manzana de unos pechos tiernos
que manoseábamos en el último rellano de la escalera
cuando subíamos a la azotea a ver pasar las nubes
y a buscar el paraíso del primer amor.


MALIBÚ

                                   Y el aire, esta luz que reconozco:
                                   ahora y aquí desesperadamente
                                                                       Jaume Sisterna.
                        Noviembre de mi año de nacer y de morir
I
Mi padre venía por la calle del Hospital
de ganarse el sueldo, con una torta
de San Antonio de los burros y el Ciero bajo el brazo,
noticias frescas a primera página:
-¡Una mujer asesinada en el corazón del barrio Chino!...
La leyenda negra del barrio se vertía sobre la ciudad miedosa,
en aquellos tiempos del Caudillo por la gracia de Dios,
en la escuela los compañeros me hacían la burla,
pero yo no vivía en el Chino, si no en Malibú.
Los niños trepaban por las paredes,
tambores de guerra, conjures mágicas, clamores:
-Tombuctú, marabú, gurugú, malibú...

Malibú era otro mundo, sin flores ni músicas,
trabajadores de sueldo bajo, inmigrantes realquilados,
chorizos, putas, transeúntes, tenderos y conspiradores.
En las gramolas de los bares canciones desesperadas,
y en las azoteas chicos y chicas bailaban un rock and roll.

Yo fui feliz en Malibú, un lugar en un ámbito de la mente,
un rinconcito en una guía mágica, mapa insólito de mi ciudad,
un atlas imaginario perdido entre mis sueños.

II
He vuelto a Malibú y todo era diferente:
las calles, las casas, la gente...
Se ha deshecho la magia, el tiempo se ha tragado el encanto:
mi azotea, el palomar del amor, la isla del tesoro,
el sabio qué hacía volar cometas, la bruja del anochecer,
el niño del patinete, la niña de las trenzas doradas,
la señora que regaba los geranios, el perro dormido,
la gatita maula, la ratita que no barría la escalera,
las palomas mensajeras y los vencejos de la primavera...

III
Mi madre cosía en el balón
y lo leía a Robert Louis Stevenson
mirando de reojo aquella niña en su ventanal
entre una hiedra y unes flores.
Jugábamos los adolescentes, capitanes intrépidos,
por las calles del barrio Chino, el viejo Raval,
a pesar que esto no era Changai, más de uno gritaba:
-¡Viva Fuimanchú!... La calle era una fiesta
llena de sabiduría ancestral... Malibú te enseñaba secretos,
a veces malos pensamientos, sombras y pisadas de un tiempo
con el alma carcomida y habitada por un hurón
que sin piedad se comía la vida y los sentimientos.

En las azoteas se encaramaban los cometas a buscar mariposas al viento,
y, por la noche, el Telstar y el Sputnik, pasaban puntualmente
delante de la mirada curiosa de todos los soñadores de Malibú.
El astrónomo nos hablaba de las constelaciones del universo
y alguien des de una radio de galena sintonizaba la Pirenaica.

Llegaban los yankies del Forrestal, sexta flota del Mediterráneo,
saltaban hogueras de San Juan, hacían algaradas por las calles,
se emborrachaban y se peleaban como si estuviesen en el far west,
y no era ni John Wayne ni Gary Cooper, solo delante del peligro,
si no centinelas de occidente en plena guerra fría
que nos regalaban chicles a los niños y a las niñas,
antes de irse a la cama con las mujeres de mala reputación.

IV
Malibú se extendía por el barrio hasta el puerto con historias canallas,
y otras veces con historias solidarias,
ni marginación ni miseria, si no luz barcelonesa,
de las Rondas a la Rambla, callejuelas de Malibú.
Leíamos Capitán Trueno y Hazañas Bélicas
sentados en las escaleras de un ancho portal,
por la calle pasaba el hombre del saco y la tristeza
de los seres vencidos...

Hemos vuelto a Malibú, un domingo por la mañana,
con la Nikon y los recuerdos, la memoria en el corazón
hecho un pañuelo. No ha quedado nada de Malibú.
han roto mi calle, han convertido en pedazos un sueño...
Malibú era un rincón noble, un sentimiento, una historia
de muchas historias y un sueño de muchos sueños.
Ahora andamos por las ruinas buscando aquellos niños
que jugaban a descubrir el mundo dentro de un calidoscopio
de fantasía y de colores.


TRADICIONES DE BARRIO

Mi calle de tradición anárquica
y las palomas en los palomares
de las alegres azoteas del Raval
con las cometas en el cielo
elevadas por sabios de barrio bajo,
y los chicos mirando la vida
por un agujero,
y las chicas enamoradas
de un cantante de rock
que imita a Elvis.
Las historias de los viejos
del Bar Aurora,
las partidas de cartas,
las historias de tiempos pasados,
Seguí, Durruti, Ascaso
que murió luchando en Atarazanas,
las barricadas de la revolución,
la maldita guerra incivil,
la guerrilla urbana,
la resistencia antifranquista,
la lucha de los libertarios,
metralleta Stein,
Facerías, Sabaté.
El Olvido, la desmemoria,
el silencio,
la paz del cementerio,
el primer amor,
un beso en los labios,
la ropa secándose en el balcón,
los geranios en la ventana
de una muñeca de porcelana.
El año de la gran nevada,
Ramallets y Kubala,
sueño azulgrana;
el circo en la plaza Amalia,
entre la ruina de la cárcel
y los niños que juegan
a futbol;
los cines de barrio,
la muerte de Marilyn,
Raíces profundes:
-Shane, no te vayas...
La Fiesta Mayor,
serpentinas
y banderitas
rojas y gualdas,
el baile en la calle:
-Hasta luego cocodrilo /
no pasaste de caimán...

Los niños juegan
a churro, mediamanga,
mangotero,
a moros y cristianos,
a ladrones y policías,
a indios y cobwoys;
juegos y juguetes,
pelotas de trapo,
tirachinas y patinetes,
tambores y trompetas

Mi barrio antiguo
y sus tradiciones,
el hombre del saco,
el “pinchauvas”
la “Moños”,
el “Moro Musa”
y “una chica con un soldado”
que bailan en la Font del Gat;
todos subidos
al tío vivo,
caballitos que giran
y giran sin parar
en las Atracciones Caspolino
del Paralelo.
Mi barrio y sus tradiciones,
San Juan y las hogueras,
el sereno con las llaves,
los trabajadores que madrugan,
los colchoneros,
los bares de madrugada,
las partidas del siete y medio,
el ladronzuelo de viejas,
la puta rubia que hace esquinas,
la pajillera del cine Argentina,
el vendedor de grifa;
y la Feria de San Poncio
que llena la calle del Hospital
de aromas de hierbas del bosque,
hierbas curanderas,
miel y confitura.

Historias de vencidos,
exilios, miserias,
juegos subversivos,
cárcel Modelo,
hombres y mujeres,
niños y viejos,
todos dentro de una concha
marina,
caracola que nos acerca
el rumor del mar,
versos desesperados,
cartas de amor,
mensajes de náufragos
dentro de una botella
rescatada de las aguas
del Puerto de Barcelona.
El sol y la luna,
las estrellas,
las estrechas calles
del barrio Chino,
ahora Raval,
los zapatos en el balcón
la Noche de Reyes,
calidoscopio de niños,
todo un mundo perdido,
sueño de vencidos
dentro de un tiempo
que, irremediablemente,
se cuela por un agujero
sin retorno.


EL RAVAL

He andado arriba y abajo
por tus calles sucias y estrechas,
llenas de tristeza y de historias,
con la añoranza de otros lugares,
quizá más dignos,
pero no por eso más humanos.
He andado arriba y abajo
por tus calles...,
he subido a la azotea
y he mirado la ciudad,
he visto volar cometas,
y el temblor de la ropa
colgada como banderas al viento
me ha traído el olor de una fiesta en la calle,
el recuerdo sano de una fiesta en la calle,
el recuerdo sano de otro tiempo,
con la mirada de aquella novia adolescente.
He caminado arriba y abajo
por tus calles...,
y siempre he salido al mar,
al áspero muelle de mi Ciudad
que me ha acunado
y me ha visto crecer
entre les arañadas paredes
de estas calles sucias y estrechas.
He caminado arriba y abajo
buscando un camino de salida,
prisionero del laberíntico destino
y del eco de mis pasos,
con la soledad del caminante
por encima de los adoquines
que esperan el inefable baño de asfalto.
He caminado arriba y abajo
por tus calles...,
y he salido al mar a mirar barcos blancos
y a distraerme sin prisa
sintiendo el latido de la brisa
sobre mi rostro moreno;
y he salido al mar.…,
a descubrir la luna blanca,
a veces bandera, a veces mujer
que se esconde, que se acerca, que se aleja
detrás de unes nubes rojas
que rompen el azul del cielo de un atardecer de invierno,
suave y tierno, marinero, melancolía de pájaros,
gaviotas blancas que chillan
por encima de los palos más altos de los veleros,
y las grúas del puerto que danzan...
I he salido al mar.…,
a soñar quimeras casi imposibles,
a pensar que, si queremos, el mundo puede cambiar,
a reírme de mi pobre corazón robado,
a ver las doncellas desnudas de Salvat
disfrazadas de grúa delante del mar,
a llorar por un amor desesperado,
a ver y verter las penas al mar,
a sentir el latido de la ciudad,
y las sirenas de los barcos y el din-dang
de los campanarios...
He andado arriba y abajo
por tus calles...
He ido a tomar un Pastís para escuchar la Piaf,
he vuelto por la libertaria Rambla a pie,
a recordar a mi madre, diciéndome adiós des del balcón,
y mi padre y los amigos que se fueron.
El barrio se rompe a trozos,
y cambia, poco a poco, y se llena de magrebís,
la vida que quedo atrás, la memoria,
el rompecabezas del pasado, calidoscopio de ahora,
y todo dentro de una cajita de magia...
Historias sociales, mitos, héroes, amantes,
transeúntes por las calles del Raval,
la filosofía del trapero,
entre escupitajos, palabras soeces y vino agrio.
Los obreros, los tenderos, las damas de compañía,
las putas arriba, las putas abajo...,
los barriobajeros, los vagabundos, las estatuas humanas,
los nuevos inmigrantes y aquel capitán sin espada,
miliciano de la palabra, ¡combatiendo por la libertad!
He andado arriba y abajo
por tus calles...,
cadenas, auroras, rieretas, carretas, hospitales,
uniones, ángeles, vírgenes, dudas, malnombres,
robadores, rondas, olmos, ceras, flores, paralelos...
I he bajado hasta el puerto
pensando que, quizá, me hubiera gustado
sentirme libre con un barco
y cruzar el mar para buscar el paraíso,
pero, ¿dónde están los paraísos?
Dejando aparte sueños y quimeras,
sé que difícilmente iré nunca
a ningún otro puerto.





 Ferran Aisa. El raval de Barcelona. Ed. Amargord, 2017

1 comentario:

  1. Aupa Ferran Aisa, leo tu poesía con interés de ciudadano, tu voz enseña la parte de ciudad que amas en esa ciudad que es tu amante. Espero vernos pronto.

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