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miércoles, 22 de noviembre de 2017

Más allá de internet




Para Emiliano y Paulina. 


Pensar no tiene tiempo, ni espacio.
Mucho menos la pretenciosa tecnología.
Pensar es una apuesta de invención.
La magia que se burla de lo certero.
La distancia entre lo tangible y lo cibernético
Es igual a la certeza y la imaginación,
¿Cómo creer en los dioses o dudar con dignidad?
Ninguna respuesta es la opción.
Estamos en el instante, eso ya es demasiado,
Por qué nos cuesta tanto amar sin condiciones?
Por qué no lloramos de felicidad por estar vivos?
Hay muchos muertos vivos.
Todos los días matamos, sin quererlo, al amor.
Todas las noches añoramos, sin quererlo, al amor.
El amor se debate entre el progreso y el diluvio
La naturaleza y la cultura no se quieren.
Nosotros, los humanos, somos el equivoco.
Ni dioses, ni demonios, simples humanos.
Los más salvajes, depredadores del planeta.
Los otros, no humanos, serían perfectos sin nosotros.
Nada que hacer para cambiar la evolución.
Pero sí, la dignidad humana de decir: NO
No al poder hegemónico de la cultura.
Es decir, ni dioses, ni ideologías, sólo la invención.
Y eso qué?, para qué?, qué podemos inventar?
Toda pregunta es un impulso de dignidad.
Sólo el que duda podrá aventurarse a descubrir.
No al vacío sin pensar, pero pensar también es vacío.
Propongo un brindis por los que movieron algo.
Los que pensaron y dijeron lo que no estaba,
Los que terminaron en las cárceles, los manicomios o en la hoguera.
Los inventores de la contracultura.
Hombres y mujeres que movieron el tiempo de su tiempo,
Que ahora son los clásicos del pensamiento contemporáneo,
Pero, pero, que en su tiempo fueron sentenciados por su incorrección.
Pareciera que así es la lógica de lo humano, aun ahora.
Pareciera un recuento de lugares comunes y así es.
Las certezas de lo que se ha olvidado, no debe desdeñarse.
La humanidad está llegando al punto cero de su dignidad.
Sólo un acto de magia podrá salvarla.
Yo no soy un mago, menos un político, tampoco un artista.
Pero, quiero llorar mientras escribo estas letras.
Me queda claro que ningún lenguaje será suficiente.
Quizá la música, la pintura, miradas, intuiciones perdidas.
Amo la memoria de mis padres y conservo el recuerdo de su amor.
Si en verdad pudiera transmitir ese amor a mi hijo,
y él a su vez a su amada y a sus hijos (mis nietos), que aun no nacen,
con eso me basta para ser libre y acertar en mi equivocación.
Para no creer en los dioses y menos en Internet.
La esquizofrenica realidad que es Facebook.
Digamos: la humana-inhumana tecnología.
Para decir NO, por siempre:
La contracultura, va…


Carlos Martínez Rentería

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