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viernes, 29 de diciembre de 2017

2 poemas de SILVIA DELGADO





Cuando muere un poeta no pasa nada, apenas ni nos damos cuenta,
ni la lluvia queda quieta,
ni las estrellas se descuelgan,
ni los niños dejan de jugar a la rayuela.
Nada. No pasa nada.
Todos los días nos morimos.
Limosneros de pan y de ternura,
dejamos la vida como si tal cosa.
Como dejamos los poemas sobre mesas,
o en paredes o en plazas donde se amontonan
las huellas de los besos y de las quejas.
No pasa nada cuando nos morimos,
porque somos muchos muriéndonos clandestinos,
en lugares sombríos de humanidad,
porque somos tantos,
tantos los poetas que vamos muriéndonos
huérfanos, errantes, solitarios.
Amados desde distancias remotas,
odiados por tener voz y estrofas,
aislados en un mundo hostil que
nos lleva de cabeza.
Nada pasa, nada.
O sí pasa.
Ocurre que si muere un poeta
cerca del fuego y de las lágrimas,
cerca de la sequía y de las guerras,
cerca de la memoria y de las picanas,
la muerte secuestra una garganta insomne.
Cuando muere un poeta y muere gritando a la barbarie
calla la voz vigilante de quien quiso vivir en pie,
en paz,
eternamente.


***


Yo acuso

Yo acuso al presidente y a sus ministros de masturbar los financieros de los amos.
Yo acuso a los sindicatos de ser perros falderos, les acuso de dilatar las protestas en el tiempo, les acuso de querer convertir los gritos en susurros, la pobreza en una cifra, la protesta en un desfile de becerros.
Yo acuso a los periodistas de limpiar con sus lenguas bífidas la ponzoña de su desvergüenza.
Yo acuso a los intelectuales, artistas, escritores, de mirar para otro lado mientras intereses besan las manos flojas de los tiranos.
Yo acuso a los empresarios, mafiosos y codiciosos, que compran carne humana y la destrozan en las fábricas, en los andamios, en el paro.
Yo acuso a los banqueros de ladrones, traficantes, blanqueadores de sangre.
Yo acuso a los ejércitos, sicarios con nómina de una sola bandera, de esparcir masacres por unas monedas.
Yo acuso a las multinacionales del dolor de convertir la salud en mercadería y a los enfermos en adictos a sus píldoras y a los empobrecidos en gentes sin cura posible.
Yo acuso a los curas y monaguillos de perpetuar la gran farsa, de instigar a la resignación para sentarse mientras tanto a la derecha del terror.
Yo acuso a los jueces, a los fiscales, a los tribunales, que torturan la justicia hasta dejarla moribunda.
Yo acuso a todos, les acuso con estas manos pequeñas, les señalo con estos dedos de poeta, en estos versos atrapados por la rabia.
Les acuso de tantas cosas que no me alcanzan las palabras, les acuso de cada uno de los desahucios, de cada uno de los saqueos.
Les acuso de la miseria, de las pestes, de las corrupciones, de los terrorismos oficiales, de las demencias, de las picanas, les acuso de repartir miedo e indiferencia, les acuso de la mano dura, de la complicidad de sus silencios, de la manipulación, de la represión, de vender realidades ficticias, de crear la industria de la violencia, les acuso de esterilizar las utopías, de inventar coartadas, les acuso de intentar barrer las calles de alegría, de intentar violar todos los sueños, de vivir por y para el crimen.
Les acuso sí, les acuso con mis versos, les digo a todos los bandidos que aquí estamos, con el pecho al descubierto, aquí estamos, clavados en la tierra,
Aquí estamos, apresurando el paso,
camino de un mañana sin tinieblas.
Aquí estamos, sin callarnos,
con nuestras vísceras ardientes,
con nuestros temblores controlados,
con nuestro pulso desordenado.
Aquí estamos
con el corazón atento,
aguardando el momento.
Aquí estamos.


Silvia Delgado. En Muturreko Ahotsak. Voces del Extremo. Loturaren Poesia / Poesía del Vínculo. Amargord Ed. 2017
Fotografía de Ramón Masat

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