Páginas

domingo, 18 de marzo de 2018

DE CREENCIAS Y ESCLAVOS VAROUFAKIS/COQUELIN/SLOTERDIJK/MANUEL




MUCHOS CREEN que las monedas metálicas se idearon para ser utilizadas en las transacciones, pasando de mano en mano. Pues bien, no fue así. Por lo menos en Mesopotamia, ¡las monedas metálicas se utilizaban para registrar la distribución del superávit agrícola mucho antes de que se les diera el uso actual! Tenemos pruebas de que, en algún momento, el registro de derechos de propiedad sobre los cereales que se guardaban en los almacenes comunes se hacía en función de monedas metálicas virtuales. ¿Virtuales? Sí, virtuales. Por ejemplo, en el registro contable se escribía: «El señor Nabuj recibirá cereales por valor de tres monedas metálicas».
Lo divertido es que estas monedas, o bien ni siquiera existían —es decir, no se acuñaron hasta centenares de años después—, o bien existían pero pesaban demasiado como para que circularan. De este modo, las transacciones sobre la parte del superávit se realizaban en función de unidades monetarias virtuales. Pero algo así requería lo que llamamos creer —en latín, credere, y en inglés, credit—: la creencia o confianza de que estas unidades virtuales tenían valor de cambio y por eso merecía la pena que alguien trabajara para recibirlas.
Sin embargo, para que existiera esa confianza, era necesario que hubiera algo parecido a lo que nosotros llamamos Estado: una institución colectiva que sobreviviera a la muerte del señor y en la que alguien pudiera confiar que le daría, a su tiempo, la parte del superávit que le pertenecía.


Yanis Varoufakis. Economía sin corbata. Destino, 2015.




LA MAYORÍA de las operaciones de crédito se efectúa, en todos los países, dentro del círculo de las mismas relaciones industriales. El productor de materias primas se las adelanta al fabricante que ha de transformarlas, obteniendo de éste una promesa de pago con vencimiento fijo. El fabricante, después de realizar la parte del trabajo que le corresponde, adelanta a su vez en condiciones análogas su producto a otro fabricante encargado de seguirlo transformando, con lo cual el crédito va extendiéndose de uno en otro hasta llegar al consumidor. El comerciante al por mayor adelanta sus mercancías al comerciante al por menor, después de haberlas obtenido en las mismas condiciones del fabricante o del comisionista. Todos toman a préstamo con una mano y prestan con la otra, a veces dinero, pero con mayor frecuencia productos. Se realiza así, en las operaciones industriales, un intercambio incesante de anticipos, que se combinan y entrecruzan en todas direcciones. En la multiplicación y en el crecimiento de estos anticipos mutuos consiste precisamente el desarrollo del crédito, y aquí es donde se halla la verdadera sede de su poder.

Charles Coquelin. Le crédit et les banques. Guillaumin, 1848.




CUANDO LOS ESQUEMAS del negociar con riesgo se extienden de modo general —tomar crédito, invertir, planificar, inventar, arriesgar, reasegurarse, repartir riesgos, crear reservas—, entra en liza una casta de seres humanos que quiere procurarse por sí misma su felicidad y su futuro jugando con las oportunidades, que ya no desea recibir exclusivamente de la mano de Dios. Se trata de un tipo que en la nueva economía de la propiedad y del dinero se ha dado cuenta de que las pérdidas aguzan el ingenio, pero las deudas lo aguzan aún más. La figura clave de la nueva era es el «productor-deudor» —más conocido por el nombre de empresario—, que flexibiliza permanentemente su modo de hacer negocios, sus opiniones y a sí mismo, para, por todos los medios permitidos y no permitidos, experimentados y no experimentados, conseguir ganancias que le permitan amortizar a tiempo sus créditos contraídos. Estos productores-deudores aportan un significado revolucionario, moderno, a la idea de deuda culpable: una mancha moral se convierte en una situación estimulante, económicamente sensata. Sin la positivización de las deudas no hay capitalismo. Los productores-deudores son quienes comienzan a girar la rueda de la permanente revolución monetaria en la «época de la burguesía».
El hecho primordial de la Edad Moderna no es que la Tierra gire en torno al Sol, sino que el dinero lo haga en torno a la Tierra.

Peter Sloterdijk. En el mundo interior del capital. Siruela, 2007




AL PRINCIPIO todos nos llamábamos Manuel
Vivíamos confiadamente con poco
Y no creíamos que hubiera que poseer nada
Cuando queríamos algo que tenía Manuel
Le dábamos a cambio algo nuestro

Un buen día
Es un decir
Para agilizar o acomodar ese intercambio
Manuel decide dar un valor inventado
Completamente subjetivo a cada cosa
Como antes hizo con sus nombres

Confía ese valor inventado a trozos de metal
O papeles impresos en bonitos colores
Esos metales y esos papeles serán el material
Con el que Manuel construirá sus sueños

Manuel creerá en el valor inventado
De esos metales y esos papeles de bonitos colores
Y estará por siempre en deuda
Con esos metales y esos bonitos papeles
Manuel sobrevivirá a crédito y necesitará
Como norma tradicional vender su alma
Como procedimiento rápido quedar apresado
Como sistema consolidado engrosar sus cadenas
Como costumbre personal dar toda su sangre
Como condición empeñar su cuerpo en prenda
Como método hipotecar al menos una vida

Hay quien dice que lo que da crédito
Al mundo de Manuel
Es tener a Manuel siempre en deuda

 

 
Imágenes: Ángel Pasos. Street Photography

1 comentario:

  1. Desde el perverso invento del pecado original, no ha existido instrumento ni arma más poderosa de dominio que la deuda. En realidad, el juego de la oca debería llamarse de la deuda. De deuda en deuda y pago porque me toca. Y así hasta el pago definitivo...

    ResponderEliminar