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domingo, 1 de abril de 2018

3 poemas de LAS CALLES DE MEDELLÍN de UBERTO STABILE



LOST IN TRANSLATION

Son las cuatro de la madrugada en un hotel de las afueras
                                                                         [de Bogotá,
cansado y atrapado entre ausencias,
pasajeros en tránsito y sábanas limpias
aquí, al otro lado del mundo que no conoces
mientras llegan correos al teléfono
y los recuerdos colapsan el buzón de mi noche americana,
desordenados mi equipaje, los muertos
los amores y la botella de ron vacía,
últimos alientos de este perro viejo
sobre la cama desecha y los emigrantes que regresan
con los sueños perdidos y los pocos euros
de un mundo que nunca fue mejor.
Me gustaría brindar contigo por algo
dejar esta habitación frente al aeropuerto
y salir a borrar la lluvia que me difumina,
hoy podría caminar en cualquier dirección
sin que nadie me tuviera que olvidar.
La señora del asiento de al lado,
una mujer teñida de mediana edad
y algo en los ojos
me pide las galletas que nos dieron en el avión
y vio como guardaba en la mochila,
y yo no tengo ya nada que pedir
si no son las manos justas
en esta mitad del viaje y del poema
para conquistar la paz en Colombia
en tus ojos, en el desliz de mis manos
que ya se van solas sin necesidad ni reserva.
Hay en esta habitación restos de otros vuelos que no
                                                                     [llegaron
manchas imborrables de sexo y frío
la platica iluminada de los insomnes
el abrazo tierno de los vencidos,
y ahora también mi edad tardía
un poema que hace años no escribí
por ese mismo miedo que ahora cede
frente al tiempo que lo atraviesa.
Aquí estoy amor, llamando a la puerta
para saber si tenemos la misma hora o solo andamos
perdidos en alguna conexión.



LA GUERRA FRÍA

La joven que viajaba con nosotros
en el avión de Medellín
decía que su abuelo llegó a Colombia
escapando de la guerra fría en España
nadie le había contado que en el país de su abuelo
no hacía frío sino hambre
que fue una guerra que llamaron civil
aunque vivía en un país que la sufre desde hace cincuenta años.
Tampoco enseñan que las guerras
son la consecuencia final del amor ciego
o la pasión de los mercados,
no enseñan que la economía es un arma letal
de destrucción masiva
en manos de financieras, iluminados y trileros,
que no son más inocentes quienes miran y callan,
que nadie es inocente frente al televisor.
De niño creía que la guerra fría
era una combinación imposible
como el oso hormiguero o la ensaladilla rusa
creía que la guerra era solo de mentiras
y tenía una maleta llena de soldaditos
que morían y resucitaban cada tarde
al salir de clase.
Se llamaba María, se quedó con mi libro de poemas
y la idea más o menos cierta de que la guerra
es todo menos fría.





LA TORMENTA PERFECTA

Refugiados de la intensa lluvia en el boliche
a dos o tres cuadras del hotel
Antonio Orihuela con todos sus perros a cuestas
yo con ese mismo ayer de hoy.
El agua se arremolina sobre las cloacas de Sabaneta
los cholos beben y ellas bailan reggaeton,
el jadeo de los truenos se camufla en sus caderas,
también hay un matrimonio empapado
en aguardiente y ron
tratando de sortear sus propios pasos
y la vida que nunca les sonríe.
Y ella llega buscando refugio al bar,
para pagar el taxi que conduce, la comida y la casa
donde vive con tres hijos y su madre en Medellín.
A su padre - me dice-  lo veía dos veces al año
y cada paliza superaba la anterior,
a los 13 un narco la violó y para salvar la vida
huyeron de la Comuna Ocho,
con 16 otro cagao la embarazó
quisieron que abortara pero ella se negó.
Al padre de la criatura se lo mataron a tiros
antes de que naciera el hijo,
y al chamaquito de seis
un coche lo atropelló en la autopista,
un día feo y fugitivo sobre una bicicleta robada.
Después siguieron los gritos, la palizas
y tres hijos de dos nuevas parejas,
el más pequeño con una extraña enfermedad incurable
como el valor que nunca le falta.
Ay jueputa vida la mia
Cuando cesa la lluvia y al despedirnos
me confiesa con los ojos destrozados
y empapada de vida hasta los huesos
que le dan miedo los truenos

miedo los truenos ...


Uberto Stabile. Las calles de Medellín. Las hojas del Baobab, 4. Stabile&Studillo Ed. 2018

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