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viernes, 20 de julio de 2018

3 poemas de TRAZADO DE LA PERIFERIA de MARÍA ÁNGELES MAESO







Algo fermenta
entre barriles de pólvora
ya catapultada.

Disparan
sin miramientos.

Algo te alcanza.

Enciende esa rosca de lunático reptil
amplificado por el miedo.

Entra en su levadura
y dale nombre justo a tu sonrojo.


 ***


Se contrae y excede a tal velocidad
que no puedes distinguir cuál es su contenido.

Fue preciso llorar como un payaso
desnudando, capa a capa, la cebolla. Ras-ras
de minúsculas patitas
de animales de una hora.

El machetazo le amputaba o hería gravemente las muñecas.

Fue preciso seguir oyendo el silencio endurecido
con que la flor del azafrán se agarra al suelo.

Esa flor tan cara de los huertos de la infancia,
esquilada sin piedad,  arreada por garrotes de pastor,
retando al alfiler que no se aleja.

Fue preciso ver rodar, entre la nieve, élitros
y antenas por un luto a toda vela. Ras-ras

Y fue una risa radioactiva
de animales de una hora,
de minúsculas patitas,
lo que vino a guarecerse
en estos pabellones auditivos de extrarradio.

***


No quiero comprender.
No quiero un ranking de lugares para la muerte
ni más calles cruzadas de puntillas,
con voces de aluminio o papel de lija.

Mis hijas viven aquí, son hermosas.
Creen cuanto les prometí de esta pelota
que se desinfla.

Alto y limpio es el tronco de los robles, les dije,
más verde y más claro que la luz de las farmacias
y las pantallas de los cajeros automáticos.

Pero basta preguntar por las aves de presa
para que la nube quede acuchillada.

Y no es una juerga que les den con púas de fiebre
o botas reforzadas. Ras-ras

Sucedió una vez. Y qué creíais, gritó un ángel de hierro,
¿acaso estar a salvo en un arca de cuarenta días?

Ahora inicia la médula su arritmia
y el propio infierno nos entretiene.


María Ángeles Maeso. Trazado de la periferia, 1996. 2ª edición, Marisma, 2018



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