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martes, 11 de septiembre de 2018

2 poemas de TERESA RAMOS en MEMORIA POÉTICA





PAN DE ESCLAVO
“quisiera, quisiera, quisiera volverme hiedra
                 y subir … por las paredes
                         y entrar … en tu habitación
                                   por ver... el dormir que tienes.”     
                                                               Jota Navarra                                                                             

Líneas férreas, vías de tren que secuestran tu mirada de txirimiri hasta este pueblo medio. Vías milagrosas que comunican arterias tuyas y mías. Y quedar teñida de color, alumbrando el gris férreo, penetrando la música de los martillos los tendones, los poros, percutiendo la piel. Quedar teñida de color en tu mirada y atada al vocablo que arrojas sobre mi pecho: maitia.
El futuro es un zorro que acecha sin palabras en la esclava condición: miedo de no aguantar y temor de sentir tu hermoso cuerpo obrero debilitarse.
Camino acompasada al son de un acordeón imaginario en esta calle abocada a vivir encogida, su espalda encorvada por el desaliento, entre los muros del tiempo que declina.
Huele el pueblo a hambruna y sangre, a pan negro de harina entristecida, negro de infelicidad, de ignonimia, uniforme, exilio, escopetas, régimen, dictadura del terror. Huele a pan que amaso para mi hombre y sus compañeros, para el que me engendre el hijo un día.
Duele la casa invernada en Castejón sin el calor de su cuerpo, duelen las piernas frías sin medias, corriendo a su encuentro, frías de pena de no tenerle.
Duele la piel a la intemperie, el miedo a los disparos, al cabello rasurado, al olvido de sus ojos y a que apaguen su luz a puñetazos de triste hambruna.
Cuando me vence este espanto y le tengo frente a mí, eres la medicina que me llena de sosiego.  Cuando me susurra al oído el verbo que me cocina el pan. Riega de esperanza mi osamenta y mis tejidos renacen en su mirar.
Comienzo a caminar inundada de color, como en el sueño. Y la vida ya no se construye de mentiras, es tan cierta como tú lo eres, cuando ella habla por tus manos recias y te toma la voz y tu voz ilumina como antorcha nuestro pueblo, alumbra mi plaza y las plazas del país que volverá a comer pan blanco.








                                          

JUNTA DE GUERRA, MARGARITAS Y LIRIOS

Convocada la Junta para ordenar el caos: era preciso poner límites a intelectuales        y rojos que eludían la ley del padre. ¿Dónde quedó el mandamiento -no matarás-?    ¿A dónde fue a parar la belleza de los lirios?
Os erigíais como salvadores de un pueblo que nunca deseó vuestra tutela. Colonizando con furor, jugasteis a los dados con las vidas de los obreros.
Hermosos campos de margaritas preceden a la casa familiar, ponen huevos              las gallinas y las vacas entregan recias leches. Todo estaba dispuesto. Margaritas presentes en hospitales y hogares; ellas las abnegadas en el fervor de la devota entrega cristiana.
Todo estaba en orden: el estómago saciado, el vino servido en el momento                  del tratado. Vuestra guerra santa contra laicos liberales fue una vil cruzada.
Sembrados vuestros corazones de esperanza en nombre de Dios, ese dios manchado de sangre en vano, ese Dios de los sacrificios de Pelayos y civiles, el que masacró            a Hypatia y su Biblioteca de Alejandría, el mismo que quemó brujas en Zugarramurdi,     el de la quema de libros y educadores en Allo, el que os convocaba para desvelar           y perseguir masones, el mismo Dios que consintió el asesinato de 3.280 navarros.
Esta historia se repite, mentirosa dos Españas. Vuestra Junta la cargó el diablo para sembrar el terror. Se me atraganta ese Dios vuestro: emito un aullido.  
Señores de la guerra y fieles Margaritas, flores del amor Carlista, enfermeras del alma, sanadoras de llagas, ¿cómo acallásteis el hambre del pueblo? ¿Cómo le entregasteis los panes y los peces, cómo pudisteis limpiar con vuestros corazones las escopetas      de vuestros hermanos e hijos? ¿Qué clase de Dios os da cobijo, en qué lugar quedó vuestra conciencia perfumada por las flores del mal?

Teresa Ramos
En: Memoria Poética. Ed. Pamiela
Las imágenes son de la autoría de José Ramón Urtasun.  

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