Páginas

domingo, 21 de octubre de 2018

BARRAS DE LUNA




Habrá que apagar la luna y cerrar el piano,
que la noche se vaya muriendo poco a poco
de lenta amanecida
y resaca de gatos negros en los tejados.

Una fría cuchillada en el costado
y un temblor de tacones en la puerta del bar
mientras cae la persiana, con un asesinato
tajante de candados.

Como un sombrero sobre tu cabeza,
el campanario corta el horizonte
en su vigilia de reloj de iglesia.
Con la yema del dedo, de tus labios
seco una última gota,
anhelando una copa más de lengua.

Son las tres, como siempre;
rugen motores desconsiderados
mientras se desperezan los helechos
en el pozo dormido
y gimotea entre sueños algún perro miedoso
que teme a la tormenta.

Enciendo un cigarrillo para anegarme en humo
mientras desapareces rechinando neumático,
y mi boca se abruma, y me pesan las cejas,
y se me desparrama la esperanza
como se difumina la espuma de cerveza.

Haré girar la llave solitaria
y encenderé las luces como una niña chica,
-ansiedad al buscar algún fiambre
que rellene el vacío de tu huida-,
medias rotas, da igual, corazón roto,
noche de falda corta y vasos largos,
de limones y hielo, de mentiras,
de esa estúpida cosa a la que llamo amor.

Otra vez en mi piel sábanas frías
y esta angustia de amarte para nunca.

A través del cristal de la ventana,
blanca y verde, sin clave,
se me apaga la luna.



Ana Vega Burgos. Del libro: Jueves cerrado por corazón roto.

1 comentario: