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domingo, 7 de octubre de 2018

LA BICICLETA



Agradeceré siempre haber conocido el triángulo laboral
desde sus tres vértices: la parte superior, inferior e intermedia.
Mi madre utilizaba la bicicleta como vehículo para trasladar
miles de peces muertos que luego vendía
tras kilómetros y kilómetros de carretera
y bosque y tierra y zapatos rotos.
Mi padre siempre recuerda la dureza de los dientes al comer maíz.
«Hoy no volváis a casa porque no hay nada para comer», decía mi abuelo,
y todos sus hijos buscaban una casa donde ofrecer sus servicios
a quienes ofrecían alimento como pago a niños por la agilidad de sus manos.
Mi madre tiene siempre presente el lugar en el que te coloca apenas saber
colocar letra tras letra, y la impotencia que eso te provoca en el pecho
ante una simple carta. Y la impunidad que sigue a ese hecho.
A mi tía le hubiera gustado estudiar y por eso devora libros aún hoy,
como si de algún modo lograse recuperar el tiempo arrancado de sus manos.
Aprendí el significado de poseer cosas muy pronto
y todo lo que significa no tenerlas.
También que a las señoras de bien les gusta escoger a niñas de familia humilde
pero que sin embargo son “finas” y “educadas”
—dieron por hecho que la cultura de los libros sólo alcanzó a los que pudieron comprar dicha cultura y dichos libros—
puesto que la cultura viene de cuna, de cuna y ornamentos, dicen,
pero no de la pureza del alma que surge de modo natural,
seguimos malinterpretando el mundo…
Veo en este tejido familiar la raíz de quien soy ahora y muchas de las alteraciones
que sufro al contemplar cómo la escena se repite
y negarme a tragar mentira alguna
pues en mi piel y en mí llevo la experiencia,
conciencia e instinto de más de una generación entera,
como para que alguien venga a decirme ahora
que las cosas han cambiado o que a alguien le interesa dicho cambio.
Mi madre utilizaba una bicicleta prestada como instrumento de trabajo,
mi padre no llegó a tenerla,
años y años entregados a otros, otras, digamos los de arriba, digamos,
digamos los que pueden y las que pueden con absoluta
[impunidad,
que ahora siguen jugando con los mismos elementos.
La bicicleta sigue siendo en nuestra familia un objeto de deseo
que no hemos conseguido rozar siquiera.
Hay cosas que no cambian nunca.


Ana Vega. En la antología Poemas Precarios. Ed. La Marea K, 2018.
contacto: lamareak@mareakultural
Fotografía de Cristina García Rodero

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