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sábado, 10 de agosto de 2019

JUANCARLITOS



para Juan Carlos Val Conde, in memoriam


Querido niño,
que abrupto vienes a recordarme
que la vida no nos pertenece,
por mucho que nos parezca nuestra,
y que no hay orden ni lógica
sino solo un espejo desconchado
dispuesto a quebrarse en un segundo
por mucho que intentemos levantar mundos
y sembrar futuro en sus reflejos fascinantes.

Querido niño,
ahora que ya no hay furia ni ira
y entras dócil en la muerte
aunque todo sea lamento
y vidrios rotos en este lado,

y me vea yo, como nunca hubiera imaginado
diciéndote adiós en un poema,
que es lo último que habría pensado,
cuando hace tres años me escribiste
preguntándome por aquella elegía a tu abuelo,
ahora, como tú, hermosos rostros
que conserva mi memoria en llama viva,
pues nunca hubo lejanía para tus ojos
y te conservé cálido y cercano,
como fueron siempre conmigo en tu casa.

Últimamente recuerdo muchas cosas de niño,
y me acuerdo mucho de ti,
de lo bien que me lo pasaba con vosotros.

Me decías, treinta años de por medio
en tu vida brillante y viajera,
y de cómo nosotros, sin saberlo,
habíamos dejado en ti
una muesca de gratitud y felicidad
que sumaste a tus años infantiles.

Querido niño que vuelves a mecerte
en el columpio de las cenizas del tiempo,
ahora que ves con otros ojos y te baña una luz
que no marchita las flores ni las guirnaldas
con que aquí adornamos nuestro dolor,

te escribo, conmovido, para que
a pesar de la herida
en la que te nos has convertido,
cedas el paso a la vida de otro modo,
y tu recuerdo nos sostenga aquí
donde las palabras ya no sirven
porque digo ven, y no te traen.



Antonio Orihuela. Campo Unificado. Ed. Olifante, 2019

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