A veces no es suficiente
con recogerse en la
colmena:
es necesario reconstruir
la casa dormida
en la soledad del agua
y abrir
de nuevo
las puertas de la vida a
la luz de los ojos.
Sabemos de la memoria de
las piedras
por lo que callan
y el suelo solo es un
lugar definitivo.
Vivimos atados a un aire
que nos envenena
y seguimos sonriendo,
sigues sonriendo
con una mirada de cielo
limpio
y sol renovado.
A veces volvemos a los caminos
donde ya nada existe
y todo está allí,
quieto,
esperando por nuestra
presencia,
por nuestros pasos,
por los tuyos
que son nuevos,
y todo es nuevo
siendo solo un bosquejo
de la cuna que fue,
una imagen retorcida,
borrosa,
un árbol de ceniza
que queda detenido
esperando tus latidos,
tus ojos limpios
de sol
que se posan para recoger
lo que queda para ti,
una imagen inundada
del mundo entero,
de nuestro mundo entero
que por un momento es el
tuyo
en el rellano de la madre
donde se ahogan
nuevamente
las lágrimas de la
pérdida,
de esa pérdida perenne en
su vida.
A veces volver
es el motivo para seguir
envenenándonos con el
aire
que nos pertenece,
dormido en su silencio,
esperando nuestra
presencia,
-la tuya-
para ser parte inmortal
de Aceredo,
del alma del valle
que sigue seco
en
nuestro pensamiento.
Suso Díaz. Pedro. Ed. Liliputiense, 2019
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