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martes, 5 de noviembre de 2019

Religiones







Cuando enferman y mueren los niños, descubrimos
que el cielo está hecho añicos y el buen dios se ha fugado;
la insólita crueldad de los juegos del hado
nos libra de imposturas y sacrosantos timos.

Pero no es humano vivir sin espejismos
y en el trono vacante hemos pronto emplazado
a la grata belleza, de reír constelado,
madre de seducciones, transportes y lirismos.

Los nuevos sacerdotes, genios de arte divino,
dan sentido a la vida con sus obras preciosas
que elevan nuestra alma a un cenit placentero;

pero muy pocas veces alumbran el camino
para que contemplemos las simas espantosas
de un mundo desquiciado donde reina el dinero.



Jesús Aller. Los libros muertos. Ed. KRK. 2019

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