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viernes, 28 de febrero de 2020

QUISIERA HABERLE PREGUNTADO:




Quisiera haberle preguntado:
¿Cómo se une la materia a su forma?


Entonces llegué a Jyväskylä, al fin me veía
en sus objetos, entre sus objetos
y junto a la maqueta de la Villa Mairea como un Duino
y junto a los paneles ondulantes del pabellón finlandés,


nada me unió nunca tanto a la arquitectura
a su espejo
como la poética de esos materiales, y no me refiero a ningún arquitecto metido a poeta, tampoco a ningún poeta metido a arquitecto, calculando aburridas oquedades del idioma,
sino a la cerámica y a la madera, al ladrillo y al hormigón,


al vidrio que va envejeciendo, expuesto, al armazón que se tramó
en una idea,
en un paisaje,
en un dibujo que se levanta de la tierra como un milagro
sin clasicismo, pero en movimiento,
que atravesó toda Europa
y fue Europa
en todo lo que levantaba del suelo como un milenio
cuando
iba de Madrid a Barcelona por aquella Nacional II que reseguía el mismo camino que habían seguido los antiguos para salvar la altura entre la Meseta y el valle del Ebro,


como el viaje de Aalto a España en 1951,
que hizo ese mismo camino, pero al revés, mirando los pueblos abandonados que se asomaban a la carretera y las ermitas en lo alto,
porque España no era ni ha sido nunca herreriana,
a pesar de sus gobernantes y de las eternas disquisiciones sobre gotosos y prostáticos,
sino camino polvoriento por en medio del despoblado
hervidero
yermo
ruinas
y, tan solo se salva
una casa de labranza, ahora echada a perder.



Agustín Calvo Galán. Y habré vivido. La Garúa, 2019

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