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jueves, 13 de febrero de 2020

TRABAJO INFINITO (fragmento II)



Esta misma conciencia de la nueva naturaleza mecánica que envuelve al trabajador en la cadena de montaje la recoge Oscar García en su trabajo sobre la industria aceitunera de Morón, con la diferencia de que, frente al mundo de los obreros de la FIAT, sus entrevistadas aún conservan en la memoria el marco de referencia preindustrial de lo que fue su trabajo antes de la mecanización y la aplicación de las técnicas fordistas a la producción de aceitunas rellenas. “Las mujeres trabajan de forma coordinada y al ritmo que marca la máquina y la cinta continua, en una tarea sincronizada donde se hace necesario trabajar de pie y sin descanso. Estos métodos hacen que la intensificación productiva y el elevado grado de requerimiento físico por parte de la trabajadora se mantengan respecto a la época de la fábrica tradicional, a pesar de que se trabaja a jornal y no a destajo. Así lo explican las aceituneras: “El trabajo ahora es casi igual de duro que antes… porque ahora hay que ir al ritmo de la máquina… La máquina corre y te hace correr… se ha terminado el trabajo por cuenta, pero parece que la máquina te hace ir por cuenta”. Tan solo el dolor les recuerda que ellas no son autómatas, “son muy jóvenes, cuarenta y tantos años, treinta y tantos, y todas… a la que no le duele el cuello le duele la espalda, y a la que no le duelen las piernas...  por eso, ya te digo, nos repartimos los nolotil como si fueran pastillitas”. 

Víctor O. Martín, en su libro sobre los jornaleros andaluces, también recoge este mismo sentir entre los vareadores de aceitunas cordobeses “Sí, sí, seguro. Hoy con esas máquinas trabajas el doble… que antes sin ellas… el doble de trabajo… Ellos (los patronos) decían que las máquinas venían a paliar el tema del esfuerzo y es al revés, es más que el esfuerzo que hacíamos antes… no tienes que recoger las aceitunas que recogías antes, ahora recoges el doble. Es un trabajo muy duro… La maquinaria debe servir para los dos, no sólo para el patrón… Cuando había bestias, estas tenían que descansar y entonces descansaba el jornalero también”. 


Antonio Orihuela. Ruido Blanco. Ed. La Vorágine, 2018

2 comentarios:

  1. Cierta o no, corría por Cádiz (Cai) la siguiente anécdota.

    Cuando los yanquis se esclafaron en Rota, prometieron, entre otras cosas, liberar a los poceros de su duro y hediondo trabajo. Ellos instalarían unas máquinas que realizarían tan desagradable faena. Pero no fue así. Tras el "liberador" cambio, los poceros se pringaban igualmente... pero dentro de las máquinas que, claro está, alguien debía mantener... y pagar.

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  2. Ja, ja, ja... suena a Bienvendio Mr. Marshall...

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