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jueves, 21 de mayo de 2020

De CUANDO LA FRONTERA CERRABA A LAS DIEZ de AGUSTÍN CALVO GALÁN (fragmentos)








Habíamos recorrido cientos de kilómetros de sombras, cientos de kilómetros de luz: un día completo para poder volver. Espanha. No recuerda las razones de tanta prisa, si era porque se les habían acabado los escudos, si era porque debían acudir urgentemente a un entierro, si pretendían conducir toda la noche hasta casa.

Si eran


 ***


El lavabo huele a bosque, a ese temprano incomodo (…), ese era su odio a las paredes que encierran pero no cierran, al arbolito verde intenso que le compró en una feria de sustancias naturales. Prueba el agua corriente. Todo fluye, nada se ha detenido ¿para qué?, sigue y desciende impasible.

Imparable.

Piensa: no, con John Dowland es imposible mantenerse sereno. Lachrimae Amantis no, que no vuelva, por favor.



***



Es mejor así, piensa. Ya no se oye nada, las hormigas han llegado hasta los descansillos, hasta el quinto piso. Las músicas les sobrevivirán, se oyen inolvidables.

Sale de la casa y deja la puerta cerrada. Se lo promete, sobre la herida
se lo permite.

Esta incomodidad de entonces, alargada indefinidamente, que ahora escucha al continuar bajando por las escaleras.

Volverá mañana.


 ***




Para conseguir una venta rápida, el agente quiere que deje la casa lo más impersonal posible. ¿Cómo puedo conseguir eso? le ha preguntado. No se preocupe, le ha dicho, le enviaré a alguien. Así que aquí está, esperando
                                                                                                          a alguien.

Esta es la casa. Lo único que quiere llevarse son las libretas, todos esos textos inconexos, trampantojos que se van desgajando
                                                                                                          de ellos mismos.

El resto tendrá que ir a la basura, ha sentenciado.




 ***



De repente se levanta un viento que se inmiscuye en el interior de la casa se oyen las persianas batiendo contra las barandas de los balcones y los objetos más inesperados vuelan de fachada en fachada como si fueran hojas manuscritas e hiladas con pespuntes mal
hechos.

Sueña que es el mismo viento fronterizo y si no es el mismo se parece mucho al de aquella noche peninsular que tal vez ha tardado todo un año en recorrer el país hasta llegar a
casa.



 ***




Letras como celosías inmensas interponiéndose entre su mirada y el papel en blanco. Signos que lo pierden y se pierden y no acaban de decir lo que quiere decir porque nada está hueco y todo se ensancha y se agudiza como una arcada como un vómito que grita que se grita que no tiene nada que nada es suyo ni siquiera
esta música
           de ellos.

¿Acaso recuerda cómo se enfadó cuando él le dijo que las Gymnopédies era música insoportable, hecha para sordos?








Agustín Calvo Galán. Cuando la frontera cerraba a las diez. Ed. Amargord, 2020

Fotografía Carmen Lourdes Fernández de Soto.

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