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martes, 4 de agosto de 2020

7 poemas de EDIFICIO NAUTILUS de INMA LUNA




Atardecidos

Salimos porque el viento nos conmina
el viento, el mar o su crujir: la tarde
un cielo peligroso que se rompe
y abre bocas de luz sobre las piedras.

Nos ocupamos del registro de datos:
una mujer sentada en el pretil
-la espalda recta
el flamear del pelo-
concentra su atención en los saltos de espuma
se responsabiliza del contenido en sal que la substancia.

También hay gente que se recuesta en gente
(o en la arena)
se acarician el dorso de las manos
(o desmenuzan los fragmentos de lava).
Se mantienen atentos al pan de levadura de las nubes
el rayo deslumbrante, cualquier dilatación de sombras
y por fin al encrespado incendio
que se extiende veloz por la piel de la playa.

Se escucha una canción de desbandada
el agitar del mástil
el grito cardinal de la gaviota.
Temblamos levemente en la belleza
en el ligero pánico de cada despedida.
La maresía, su turbiedad salobre
nos va expulsando hacia la oscuridad.

Después de apuntalar lo efímero
nos marchamos a casa
recién atardecidos
nos hemos hecho ancianos con el día
ahora necesitamos descansar
cuidarnos como dos fragilidades
que se estuvieran arrugando sin ruido.






«Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito; para hacer frente solo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de aprender lo que aquella tuviera por enseñar, y por no descubrir, cuando llegase mi hora, que no había siquiera vivido». Henry D. Thoreau
Camino de Billingen
Mientras camino no hay nada en qué pensar.
Nada que construir.
Tal vez la decisión de elegir una senda entre varias posibles
y seguirla quizá durante un tiempo.
El viento tiene el olor del deshielo y su presencia.
Flores.
Flores pequeñas
blancas moradas
sobre las que sería fotogénico tumbarse
porque acaban de sacudirse tiernas
el peso de la nieve.
Subo
sigo subiendo
y el río baja
cerca
con un sonido limpio entre las piedras.
Hay rododendros en la orilla
que estallarán en un par de semanas
como los fuegos de artificio.
Arriba
el lago
con su pasmosa calma líquida.
Derretidas se conservan las huellas
que los alces y niños pasearon en su sólido invierno.
Un pato un pescador
una chica que lee junto a la orilla
y el silencio puro
el olor de los árboles
y una hoguera
reciente
que humea fragante en la caseta.
Formar parte de todo
sin ser nada.



lame la espuma
igual que tu saliva
mi dedo gordo


buscas el agua
escarbando en mi cuerpo
como en la arena


señala el faro
zonas ya iluminadas
cuando me tocas


en mí construyes
un castillo de arena
y lo desgranas


busca la sal
rasguña mis orillas
vuélveme agua


Inma Luna. Edificio Nautilus. Ed. Poesía a Sul

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