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domingo, 5 de julio de 2020

AUTOBIOGRAFÍA



Llevo una vida tranquila
en el boliche de Mike todos los días
mirando a los campeones
del salón de pool Dante
y a los adictos al pinball francés.
Llevo una vida tranquila
en el Lower East Broadway.
Soy un estadounidense.
Fui un niño estadounidense.
Leí la revista American Boy
y me convertí en un boy scout
en los suburbios.
Pensé que era Tom Sawyer
cazando cigalas en el río del Bronx
e imaginando que era el Mississippi.
Tuve un guante de béisbol
y una bicicleta American Flyer.
Entregué la revista Woman’s Home Companion
a las cinco de la tarde
y el Herald Trib
a las cinco de la mañana.
Todavía escucho el porrazo del diario
sobre pórticos olvidados.
Tuve una infancia infeliz.
Vi aterrizar a Lindbergh.
Miré hacia casa
y no vi ningún ángel.
El mismo mes que me hice Eagle Scout
me pillaron robando lápices
de la Tienda Five and Ten Cent.
Corté árboles para el Cuerpo Civil de Conservación
y me senté sobre ellos.
Desembarqué en Normandía
en un bote a remos que se volcó.
Vi ejércitos educados
en la playa de Dover.
Vi a pilotos egipcios en nubes púrpura,
comerciantes subiendo sus persianas
al mediodía
ensalada de papa y dientes de león
en picnics anarquistas.
Estoy leyendo ‘Lorna Doone’
y una biografía de John Most,
terror del magnate,
una bomba en su escritorio en todo momento.
Vi el desfile de los basureros
en el día de Colón
detrás de los elocuentes
y pedorreros trompetistas.
Hace tiempo que no voy
a los Claustros
ni a las Tullerías
pero sigo pensando
en ir.
Vi el desfile de los basureros
cuando estaba nevando.
Comí hotdogs en los parques de béisbol.
Escuché el discurso de Gettysburg
y la lectura de Ginsberg.
Me gusta aquí
y no volveré
de donde vine.
También me colé en vagones vagones vagones.
Viajé entre hombres desconocidos.
Estuve en Asia
con Noé en el arca
Estaba en la India
cuando Roma fue construida.
He estado en el Pesebre
con un burro.
He visto al Traficante Eterno
desde una colina blanca
en el sur de San Francisco
y a la mujer que ríe en Loona Park
afuera de la Casa de la Risa
todavía riendo
en una gran tempestad.
Escuché el sonido de la juerga
por la noche.
Vagué solo
como una multitud.
Llevo una vida tranquila
fuera del boliche de Mike todos los días
viendo el mundo deambular por ahí
en sus curiosos zapatos.
Una vez salí
a caminar alrededor del mundo
pero me rendí en Brooklyn.
Ese puente fue demasiado para mí.
Me dediqué al silencio
al exilio y a la astucia.
Volé demasiado cerca del sol
y mis alas de cera se derritieron.
Busqué a mi padre
a quién nunca conocí.
Busqué al Líder Perdido
con quién volé.
Los jóvenes deberían ser exploradores.
El hogar es donde uno comienza.
Pero mi madre nunca me dijo
que habría escenas como esta.
Cansado del útero,
descanso.
He viajado.
He visto la ciudad de los tontos.
He visto el lío de masas.
He oído a Kid Ory llorar.
He oído a un trombón predicar.
He oído a Debussy,
deformado a través de una sábana.
Dormí en un centenar de islas
donde los libros eran los árboles.
Oí a las aves
que sonaban como campanas.
Me puse pantalones de franela gris
y caminé a la playa del infierno.
Habité un centenar de ciudades
donde los árboles eran los libros.
¡Qué subterráneos, qué taxis, qué cafés!
¡Qué mujeres con pechos ciegos,
extremidades perdidas entre rascacielos!
Vi las estatuas de héroes
en los cruces de avenidas.
Danton llorando en una entrada del metro
Colón en Barcelona
apuntando hacia el poniente, Ramblas arriba
hacia el American Express
Lincoln en su trono de piedra
y su cara también de piedra
en Dakota del Norte.
Sé que Colón
no inventó América.
He oído a un centenar de Ezra Pounds domesticados.
Todos deberían ser liberados.
Hace mucho tiempo que era un pastor.
Llevo una vida tranquila
en el boliche de Mike todos los días
leyendo los avisos clasificados.
Leí el Reader’s Digest
de principio a fin
y noto la estrecha semejanza
entre los Estados Unidos y la Tierra Prometida
donde cada moneda está marcada con:
EN DIOS CONFIAMOS
aunque los dólares no tienen la marca,
son dioses en sí mismos.
Leo los anuncios de búsqueda todos los días
buscando una piedra una hoja
una puerta perdida.
Oigo cantar a los Estados Unidos
en las páginas amarillas.
Uno nunca podría decir
que el alma tiene su manía.
Leo los diarios todos los días
y escucho a la humanidad fuera de lugar
en la triste plétora de la letra impresa.
Veo el lago de Walden que se ha drenado
para construir un parque de diversiones
Veo que están haciendo que Melville
se coma su ballena.
Veo que viene otra guerra
pero no estaré allí para luchar.
Leí el texto
en la pared de la letrina.
Ayudé a Kilroy a escribirlo.
Marché por la Quinta Avenida
soplando en una corneta en un pelotón apretado
aunque me apresuré a regresar a la Kasbah
en busca de mi perro.
Veo una semejanza
entre los perros y yo.
Los perros son observadores auténticos
recorren el mundo de arriba abajo
a través del país Molloy.
He cruzado callejones estrechos,
demasiado para un Chrysler.
Vi un centenar de carros lecheros sin caballos
en un terreno baldío en Astoria.
Ben Shahn nunca los pintó
pero estaban ahí
perdidos en Astoria.
Oí el canto del chatarrero.
Conduje por autopistas
y creí en las promesas de los carteles.
Crucé los departamentos de Jersey
y vi las ciudades de la llanura
Y me revolqué en los yermos de Westchester
con sus bandas itinerantes de nativos
en station wagons.
Los vi.
Soy el hombre.
Estuve ahí.
Sufrí
un poco.
Soy estadounidense.
Tengo pasaporte.
No sufrí en público.
Y soy demasiado joven para morir.
Soy un hombre hecho y derecho.
Y tengo planes para el futuro.
Estoy en la fila
para un trabajo de primera.
Quizás me mude
a Detroit.
Por el momento
soy un vendedor de corbatas.
Soy un buen chico.
Soy un libro abierto
para mi jefe.
Soy un completo misterio
para mis amigos más cercanos.
Llevo una vida tranquila
en el boliche de Mike todos los días
mirando mi ombligo.
Soy parte
de la gran locura del cuerpo.
Vagué por diversos bosques en la noche.
Borracho, me recosté sobre los umbrales.
Escribí historias frenéticas
sin puntuación.
Soy el hombre.
Estuve ahí.
Sufrí
un poco.
Me senté en una silla incómoda.
Soy una lágrima del sol.
Soy una colina
donde los poetas corren.
Inventé el alfabeto
después de ver el vuelo de las grullas
que formaban letras con sus patas.
Soy un lago en una llanura.
Soy una palabra
en un árbol.
Soy una colina de la poesía.
Soy un bombardeo
en lo inarticulado.
He soñado
que todos mis dientes se caían
pero mi lengua vivía
para contar la historia.
Porque yo soy un fotograma
de poesía.
Soy un archivo de canciones.
Soy un pianista
en un casino abandonado
en una explanada junto al mar
en una niebla densa
que sigue tocando.
Veo una similitud
entre la mujer que ríe
y yo mismo.
Oí el sonido del verano
en la lluvia.
Vi chicas en los paseos marítimos
enfrentarse a sensaciones encontradas.
Entiendo sus dudas.
Soy un recolector de fruta.
He visto cómo los besos
causan euforia.
Me he arriesgado al encanto.
Vi a la Virgen
en un manzano en Chartres
Y a Santa Juana quemándose
en Bella Unión.
He visto jirafas en unos jungle jim,
sus cuellos como el amor
enroscados alrededor de las circunstancias
de hierro del mundo.
Vi a Venus, Afrodita
sin brazos en un pasillo de corrientes de aire.
Oí gemir a una sirena
en One Fifth Avenue.
Vi a la Diosa Blanca bailando
en la Rue des Beaux Arts
el 14 de julio
y a la bella dama sin piedad
hurgando su nariz en Chumley’s.
Ella no hablaba inglés.
Era rubia
y tenía una voz ronca.
Llevo una vida tranquila
en el boliche de Mike todos los días
mirando a los jugadores de pool
representar el lugar del menestrón
devorando macarrones
en algún lado leí
el significado de la existencia
pero olvidé
exactamente dónde.
Pero soy el hombre
Y estaré allí.
Y puedo hacer que los labios
de los que duermen
hablen.
Y puedo hacer de mis cuadernos
fajos de marihuana.
Y puedo escribir mi propio
epitafio epónimo
dando instrucciones a los jinetes
que pasan.



Lawrence Ferlinghetti. En: “Poesia Beat”. Margaret Randall. Trad Jerónimo-Pablo González Martín. Alberto Corazón Editor. Col. Visor. Madrid. (1977).

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